En estos días hemos visto a la mayoría de los políticos partidarios del sistema, expresar su compromiso cínico con la soberanía nacional, negándose tajantemente a ceder territorio con soberanía para una salida al mar a nuestros hermanos bolivianos, luego de que el gobierno incorporara el tema marítimo en la agenda sin exclusiones acordada con el gobierno de cicho país.
Me parece necesario, por lo mismo, desenmascarar la hipocresía y el doble estándar de quienes abogan por defender o respetar la soberanía como excusa para no abrirse a negociar una solución mutuamente satisfactoria con los bolivianos mientras en nada les molesta que las empresas transnacionales saqueen nuestro territorio apropiándose de nuestros recursos naturales y destruyendo nuestro medio ambiente con toda la pérdida de capital natural que eso conlleva. Sobretodo me molesta que traten de explotar un sentimiento nacionalista acusando de antipatriotas a quienes estamos dispuestos a entregar mar a Bolivia olvidando que cuando los patriotas en Chile luchábamos por el retorno de la democracia y la libertad para nuestro país, ellos estaban poniéndole ruedas para venderlo al capital extranjero y repartiéndose lo que quedaba para asegurar el control económico de Chile hacia el futuro.
De la misma manera, resulta contradictorio, al menos, escuchar a algunos que se dicen partidarios de la integración de las economías y de la desaparición de las fronteras para el capital, negándose a tomar decisiones que favorezcan la integración de los pueblos como una forma de impedir que los mismos avancen hacia una relación más estrecha, no solo de integración económica sino también social y política marcada por la cooperación y respeto a los sueños compartidos.
Las excusas para negarse a hablar con Bolivia van desde lo más autoritario, como en el caso de la UDI que haciendo gala de la dictadura cultural que aun promueven algunos sectores en nuestro país, afirman que hay cosas en la vida sobre las cuales no se discute, hasta el respeto irrestricto a los tratados firmados, por parte de quienes con una posición menos dogmática insisten en negarse a la única solución que puede permitir aprovechar todas las sinergias y oportunidades que la integración regional puede significar para nuestro país.
De hecho parece necesario recordar que los Tratados entre países representan los sentimientos de los pueblos y de sus gobiernos en un determinado momento histórico, por lo que nadie puede pretender que un tratado que fue firmado a raíz de una guerra entre pueblos hermanos cuando el estado nacional en América Latina venía recién consolidándose y buscando fortalecerse, pueda representar los intereses y los sueños de los mismos pueblos, cuando la realidad actual habla de un mundo en constante cambio, mucho más competitivo y que demanda la conformación de bloques regionales cada vez más integrados para poder subsistir en un mundo global.
Por lo anterior es que me parece imprescindible hacer un llamado a todos mis compatriotas a entender que podemos satisfacer las legítimas aspiraciones bolivianas en una negociación mutuamente beneficiosa que incluya, por ejemplo, canje de territorios soberanos equivalentes más adquisición a precios preferenciales de gas y recursos energéticos, más libre uso de las aguas bolivianas para nuestro norte que tanta necesidad tiene de agua y cada día se seca más a raíz de la explotación de los recursos hídricos por parte de las mineras nacionales y extranjeras.
Por último deseo terminar saludando la actitud del gobierno de Chile al haber incluido la discusión sobre las aspiraciones bolivianas en esta nueva agenda sin exclusiones y al mismo tiempo, haciendo un llamado a perder el miedo e impedir que el temor se siga consolidando como el poder detrás del poder porque en chile también habemos quienes soñamos con una salida al mar para Bolivia y somos tan chilenos y tan patriotas como cualquiera y soñamos con avanzar hacia la integración latinoamericana como única vía para consolidar un camino independiente y soberano hacia el desarrollo de nuestra región, que ponga los sueños, las expectativas y las necesidades de los pueblos de latinoamerica por sobre la inmovilidad que esconde la estabilidad que solo es útil a la confianza y las utilidades del capital transnacional en nuestros países y que tanto costo ha tenido en 30 años de neoliberalismo para nuestros pueblos.
Me parece necesario, por lo mismo, desenmascarar la hipocresía y el doble estándar de quienes abogan por defender o respetar la soberanía como excusa para no abrirse a negociar una solución mutuamente satisfactoria con los bolivianos mientras en nada les molesta que las empresas transnacionales saqueen nuestro territorio apropiándose de nuestros recursos naturales y destruyendo nuestro medio ambiente con toda la pérdida de capital natural que eso conlleva. Sobretodo me molesta que traten de explotar un sentimiento nacionalista acusando de antipatriotas a quienes estamos dispuestos a entregar mar a Bolivia olvidando que cuando los patriotas en Chile luchábamos por el retorno de la democracia y la libertad para nuestro país, ellos estaban poniéndole ruedas para venderlo al capital extranjero y repartiéndose lo que quedaba para asegurar el control económico de Chile hacia el futuro.
De la misma manera, resulta contradictorio, al menos, escuchar a algunos que se dicen partidarios de la integración de las economías y de la desaparición de las fronteras para el capital, negándose a tomar decisiones que favorezcan la integración de los pueblos como una forma de impedir que los mismos avancen hacia una relación más estrecha, no solo de integración económica sino también social y política marcada por la cooperación y respeto a los sueños compartidos.
Las excusas para negarse a hablar con Bolivia van desde lo más autoritario, como en el caso de la UDI que haciendo gala de la dictadura cultural que aun promueven algunos sectores en nuestro país, afirman que hay cosas en la vida sobre las cuales no se discute, hasta el respeto irrestricto a los tratados firmados, por parte de quienes con una posición menos dogmática insisten en negarse a la única solución que puede permitir aprovechar todas las sinergias y oportunidades que la integración regional puede significar para nuestro país.
De hecho parece necesario recordar que los Tratados entre países representan los sentimientos de los pueblos y de sus gobiernos en un determinado momento histórico, por lo que nadie puede pretender que un tratado que fue firmado a raíz de una guerra entre pueblos hermanos cuando el estado nacional en América Latina venía recién consolidándose y buscando fortalecerse, pueda representar los intereses y los sueños de los mismos pueblos, cuando la realidad actual habla de un mundo en constante cambio, mucho más competitivo y que demanda la conformación de bloques regionales cada vez más integrados para poder subsistir en un mundo global.
Por lo anterior es que me parece imprescindible hacer un llamado a todos mis compatriotas a entender que podemos satisfacer las legítimas aspiraciones bolivianas en una negociación mutuamente beneficiosa que incluya, por ejemplo, canje de territorios soberanos equivalentes más adquisición a precios preferenciales de gas y recursos energéticos, más libre uso de las aguas bolivianas para nuestro norte que tanta necesidad tiene de agua y cada día se seca más a raíz de la explotación de los recursos hídricos por parte de las mineras nacionales y extranjeras.
Por último deseo terminar saludando la actitud del gobierno de Chile al haber incluido la discusión sobre las aspiraciones bolivianas en esta nueva agenda sin exclusiones y al mismo tiempo, haciendo un llamado a perder el miedo e impedir que el temor se siga consolidando como el poder detrás del poder porque en chile también habemos quienes soñamos con una salida al mar para Bolivia y somos tan chilenos y tan patriotas como cualquiera y soñamos con avanzar hacia la integración latinoamericana como única vía para consolidar un camino independiente y soberano hacia el desarrollo de nuestra región, que ponga los sueños, las expectativas y las necesidades de los pueblos de latinoamerica por sobre la inmovilidad que esconde la estabilidad que solo es útil a la confianza y las utilidades del capital transnacional en nuestros países y que tanto costo ha tenido en 30 años de neoliberalismo para nuestros pueblos.