1. Introducción.
Mucho se ha hablado acerca del inesperado triunfo de Hammás en las elecciones Palestinas. Incluso algunos representantes de gobiernos occidentales, que son amigos de la democracia sólo cuando ganan ellos o sus amigos, han manifestado que no colaboraran de ninguna manera con un gobierno controlado por los fundamentalistas, por ser estos, según sus selectivos e hipócritas parámetros de medida, una organización terrorista.
Incluso Israel, Estados Unidos y algunos países de Europa se han adelantado a poner condiciones para seguir “conversando” y “colaborando” con el gobierno que surgirá del nuevo escenario político palestino y todos los involucrados, directa o indirectamente, se ponen a la defensiva, sin siquiera analizar seriamente los hechos, ni asumir las responsabilidades que les caben en el desarrollo de los acontecimientos.
Para mí, tanto la política de Al-Fatah como la de Hammás son contraproducentes y negativas para la causa palestina, pero el apoyo a Al-Fatah y a Hammás, es mayoritario, legítimo y democrático. Personalmente preferiría que los palestinos votasen mayoritariamente al Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) o a cualquier corriente verdaderamente de izquierda, guiada por tendencias racionalistas y con claridad acerca de donde se ubica el verdadero enemigo, pero todos los votos, en este caso, son votos del pueblo palestino al propio pueblo palestino y así debemos interpretarlos, respetarlos y apoyarlos.
Sin embargo, quienes guiamos nuestros pensamientos y acciones sobre el camino que señala la razón y el humanismo de izquierda, soñamos con el establecimiento en Palestina de un Estado laico y democrático, sin discriminación de raza, color ni religión, que no cometa los mismos errores ni horrores de los sionistas y que aspire a construir una sociedad justa para todos y todas. En síntesis, un estado para todos los judíos, cristianos, musulmanes, agnósticos y ateos que quieran vivir y luchar por una Palestina de estas características. Por lo mismo, no puede ser motivo de tranquilidad un triunfo tan aplastante de Hammás, que se asimila ideológicamente a la UDI y al Opus Dei en el mundo cristiano y en Chile en particular, como variante de un fundamentalismo religioso y político capaz de cualquier cosa por conseguir sus objetivos y defender los privilegios de unos pocos “hombres de dios” llamados a realizar en la tierra el “plan de dios”.
A pesar de esto, una comprensión más profunda de cómo se ha llegado a este momento, nos debe hacer valorar y respetar este pequeño terremoto político, como una etapa necesaria de vivir para poder avanzar hacia una paz justa y duradera en el Medio Oriente y hacia una sociedad más justa y solidaria a nivel mundial. Además, nos debe permitir sacar las conclusiones necesarias para avanzar en la reconstrucción y la consolidación de la alternativa de izquierda en Palestina, en Israel y en todo el mundo.
Mediante el presente texto, me propongo aportar una visión acerca de las causas más profundas que pueden explicar este fenómeno político, con el objetivo de que cada lector saque sus propias conclusiones.
2. La Política Israelí y su Aval Norteamericano.
La primera causa fundamental del aplastante triunfo de Hammás en las recientes elecciones palestinas, es la política de anexión de territorios sumada a la de exterminio físico y político del pueblo palestino que vienen desarrollando los israelíes hace ya varias décadas, con el apoyo irrestricto de los gobiernos norteamericanos y el silencio cómplice de gran parte de la comunidad internacional.
Esta política ha ido desde las masacres y los castigos colectivos propios del terrorismo de estado hasta el boicot sistemático de cualquier iniciativa de paz, buscando ganar tiempo para avanzar en la judaización de los territorios ocupados, por una parte y en la precarización de la calidad de vida del pueblo palestino, por otra. Todo esto, como una forma de consolidar el status quo, minar la moral del pueblo palestino, destruir a su liderazgo y hacer cada vez más difíciles de revertir los hechos consumados y realizar los cambios necesarios para conducir hacia el establecimiento de una paz justa y duradera en la región.
Las últimas expresiones de esta política sistemática que lleva ya más de 50 años, fueron dos hitos relevantes en la configuración del ánimo palestino que llevó al triunfo a Hammás:
· El asesinato político y físico de Arafat
[1], que murió en su Cuartel General, luego de tres años de un bloqueo inhumano y sin fundamentos, cuando era el único socio viable de Israelíes y norteamericanos, en un proceso de paz hecho a su medida
[2];
· Y el encarcelamiento y los asesinatos selectivos de importantes dirigentes palestinos de oposición, especialmente del Hammás, de los cuales posee una importancia vital el del Jeque Ahmed Yassin que, paralizado en su silla de ruedas, ciego y cercano a los 80 años, no constituía ninguna amenaza real para un Estado que cuando decidió eliminarlo, no estaba pensando en hacer un aporte a la paz ni al desarrollo de las visiones más moderadas entre los palestinos.
Así las cosas, es esta política basada en la soberbia y la arrogancia que genera una supuesta supremacía militar, con bombas atómicas y armas “inteligentes” y de destrucción masiva incluidas, la que ha terminado por colmar a los palestinos, asestando de paso un duro golpe a quienes, desde la arena palestina, apostaron al entendimiento y al diálogo con el ala derechista de la sociedad israelí, aceptando las condiciones impuestas por el enemigo en épocas de debilidad.
De hecho, resulta absolutamente falso que nadie hubiera previsto el triunfo de Hammás cuando es la consecuencia más lógica de 57 años de ocupación, con violaciones sistemáticas y masivas de los derechos humanos, a lo que debemos sumar el bloqueo de un proceso de paz que luego de 12 años no ha significado ningún avance real para los palestinos, ni en la restitución de sus derechos nacionales inalienables, ni en el mejoramiento de su calidad de vida.
Quizá sea bueno recordar además, para terminar este punto, que Hammas nace y se fortalece bajo el alero y la mirada complaciente de los gobiernos de EEUU e Israel en la década de los 80, cuando ambos países hacían esfuerzos increíbles por debilitar y poner en tela de juicio a la OLP como único y legítimo representante del pueblo palestino. En ese escenario, nada resultaba mejor que potenciar a un movimiento que no reconocía a la OLP como único y legítimo representante del Pueblo Palestino y que se alojaba en los territorios ocupados, a diferencia de la OLP que tenía todas sus bases militares en los países árabes, y el eje central de la toma de decisiones, en Túnez, fuera y lejos de la patria.
3. El Autoritarismo y la Ineptitud del Gobierno Palestino.
Un segundo elemento a considerar en el análisis, es la forma en que Al Fatah se ha relacionado con el resto de las organizaciones palestinas, tanto con las que formaban parte de OLP antes del surgimiento de la Autoridad Nacional Palestina, como con aquellas que nunca fueron parte de la organización desde su nacimiento, como Hammás. No es mi intención desconocer la importancia y el rol fundamental que durante mucho tiempo jugó el liderazgo palestino de Al fatah, con Arafat a su cabeza, pero si me parece imprescindible poner en su justa medida sus logros y fracasos, para no volver a repetir los mismos errores que tienen al pueblo palestino en la situación actual.
En este punto, es importante recordar que Al-Fatah, ha dirigido de manera autoritaria, sin contrapeso ni fiscalización de ningún tipo, los destinos del pueblo palestino en los últimos 37 años, haciendo gala de una incapacidad absoluta para integrar al resto del pueblo palestino organizado, ni a la toma de decisiones, ni al diseño de los objetivos políticos de cada etapa de lucha de la causa palestina; ni a las estructuras de gobierno y representación palestina a lo largo del mundo, lo que lejos de generar la tan necesaria unidad nacional de la diáspora palestina, generó un liderazgo hermético, distante de los otros partidos de la OLP y de su pueblo.
No se puede olvidar que en los últimos años de la década de los 80´s, Al Fatah hizo todo lo posible por debilitar al Comando Nacional Unificado de la primera intifada o levantamiento popular, que incluía a Hammás, porque le restaba peso político al liderazgo que la OLP intentaba ejercer desde afuera de los territorios ocupados y que no siempre coincidía con la opinión política de los palestinos del interior que habían construido un comando democrático, paritario e integrador de todas las fuerzas políticas organizadas.
Tampoco se puede olvidar el rol que jugó durante las negociaciones de Madrid, luego de la primera guerra del golfo, cuando el presidente Arafat se las arregló para desarrollar un proceso secreto y paralelo, que le permitiera reposicionarse al interior del pueblo palestino, que ya recibía como héroes a los negociadores palestinos, cada vez que volvían a los territorios ocupados, destruyendo un proceso que, a pesar de su estancamiento y de todos sus errores de nacimiento, venía instalando a nivel mundial la necesidad de respetar los derechos nacionales inalienables del pueblo palestino.
[3]Esta actitud permanente hizo que Arafat y Al Fatah, a pesar de su rol indiscutible y formidable en el desarrollo y fortalecimiento de la causa palestina a nivel mundial, comenzaran a quedarse solos y a perder el respaldo de su pueblo desde hace mucho tiempo, abandonados al final, también por sus “socios para la Paz” que los traicionaron y los desgastaron hasta que ya no les sirvieran. De hecho, Arafat terminó sus días rodeado sólo de quienes compartían su poder y sus privilegios de manera ciega y complaciente. Solamente demoró su aislamiento las expectativas que el proceso de Oslo generó en los palestinos al comienzo, cuando aun era percibido como una oportunidad.
Por último, a todo el autoritarismo y la falta de democracia al interior del gobierno palestino, se le sumaron dos elementos que siempre acompañan a este tipo de liderazgo cuando se convierten en gobierno: La corrupción y la ineptitud.
En los pocos años de vida de la Autoridad Nacional, los palestinos fueron testigos impotentes de cómo los cercanos a Arafat y a la cúpula de Al fatah malversaban los fondos que el gobierno palestino recibía para ir en ayuda de su pueblo. No pocos fueron los que se enriquecieron a costa de los sufrimientos de quienes confiaban ciegamente en ellos y muchos vieron como los más capaces para las tareas de gobierno eran desplazados por gente inepta pero cuya “lealtad política” y ansias de poder y riquezas eran más grande que su amor a Palestina. Todo esto pavimentó el triunfo de los fundamentalistas que, además de ser reconocidos por sus redes de apoyo social al pueblo palestino son vistos como absolutamente honestos y consecuentes.
4. La Ausencia de Una Oposición Palestina de corte racional y de Izquierda.
Por último, un tercer elemento que es necesario apuntar para mejor comprender las causas del triunfo de los fundamentalistas islámicos en las últimas elecciones, es la ausencia en la arena política palestina, de una izquierda fuerte y capaz de oponer resistencia y ofrecer una alternativa racional y viable a la política de Al Fatah.
Desde los tiempos de la OLP, los partidos de izquierda, no supieron poner un límite claro a la resignación que siempre mostraron hacia el autoritarismo de Al Fatah. Y en virtud de la tan manoseada unidad nacional, terminaron apareciendo como cómplices, debido a su silencio, a la falta de una crítica más contundente y a su permanencia en la OLP en momentos clave, de una política sin destino impulsada por el liderazgo palestino de la época, que estaba más interesado en mantener su poder, que en lograr la unidad real de las fuerzas palestinas para aumentar su verdadera fuerza en el contexto internacional.
Estas organizaciones entraron en una crisis profunda con la firma de los Acuerdos de Oslo, ya que el surgimiento de la Autoridad Nacional Palestina tuvo consecuencias nefastas para ellas en los aspectos políticos y económicos.
Por una parte, dejaron de ser interlocutores válidos para los amigos de la causa palestina y dejaron de percibir la ayuda y el apoyo internacional que les permitía reproducir sus estructuras y su existencia política, porque toda la ayuda de los palestinos de la diáspora y de los países y gobiernos amigos se canalizó, desde ese momento, exclusivamente, mediante la Autoridad Palestina que monopolizó el poder, la ayuda y la decisión política palestina.
La izquierda se replegó hasta casi desaparecer, con el único objetivo de sobrevivir y con el desafío, aun vigente, de reconstruir una fuerza propia que les permitiera reaparecer en la arena política como una alternativa real, dejando un terreno fértil las posiciones más comprometidas con los principios históricos de la causa nacional palestina.
Cabe destacar en este punto que algo similar pasa en la arena política israelí en donde las fuerzas de izquierda, capaces de mirar el conflicto liberados de una visión teológica del mundo y de la perspectiva de dominación de clase, tampoco tienen la fuerza suficiente para incidir, como un actor relevante, en la política israelí.
5. Hammás, única alternativa hoy.
Con todos estos elementos, no resulta raro, como algunos lo plantean, que el pueblo palestino, incluidos los antiguos seguidores de la izquierda palestina, desplazaran sus preferencias hacia el fundamentalismo islámico.
Ello, porque además de todo lo anterior, ha sido la única fuerza que ha logrado poner en jaque la supuesta supremacía militar israelí con sus atentados contra la ocupación militar y contra los civiles que la sustentan, elevando significativamente para Israel el costo social y político de mantener la ocupación militar de Palestina.
Y no se trata aquí de defender una política que mirada desde cualquier punto de vista racional es inaceptable, pero que lamentablemente ha sido validada ampliamente por los mismos israelíes y norteamericanos, que se apresuran a incluir a Hammás en las listas de organizaciones terroristas del mundo mientras desarrollan los más brutales actos de terrorismo de Estado y violaciones sistemáticas a los derechos humanos, con un desprecio absoluto por la vida y los derechos humanos de miles de personas, para imponer en el mundo sus dictados y defender a cualquier costo sus intereses económicos y su control sobre los recursos naturales del mundo árabe.
Además, como si esto fuera poco, Hammás ha sabido contribuir de manera efectiva, al mejoramiento de la calidad de vida de los palestinos en los territorios ocupados, con una red de asistencia y bienestar social que ni el mismo gobierno palestino, con toda la infraestructura de un gobierno y con la ayuda económica y política de occidente ha podido construir.
A esto se suma la imagen que Hammás y sus líderes poseen en cuanto a honestidad, consecuencia y compromiso a toda prueba, características que Al Fatah dejó de tener hace ya rato.
6. Entender el pasado para mirar el futuro.
Así las cosas, el gran apoyo que hammás ha recibido en las últimas elecciones legislativas palestinas debe ser entendido como un castigo a las políticas israelíes y norteamericanas para con el pueblo palestino, como un castigo a Al Fatah, por su soberbia, su entreguismo egoísta y por la corrupción generalizada que amparó desde la Autoridad Nacional Palestina; como un castigo, de paso, a la Izquierda Palestina por su incapacidad de reponerse a la crisis desatada con la firma de los acuerdos del 93; por su desvinculación con las masas y por no ofrecer una alternativa a la política del Al Fatah.
Como un castigo, en síntesis, a todos quienes han avalado, por acción u omisión, luego de más de 40 años de ocupación ilegal, un proceso de paz que en 12 años solo ha significado para los palestinos; una mayor represión, tanto de Israel como del gobierno palestino que ha perseguido y encarcelado a numerosos compatriotas cuyo único delito es luchar contra la ocupación; y una consolidación de la injusticia, sin ningún avance concreto en cuanto a sus libertades políticas, al respeto a sus derechos humanos y nacionales y a su calidad de vida, con el silencio cómplice de la comunidad internacional.
Todo lo anterior no implica que entorpezcan las tratativas de paz en términos generales, como lo han querido plantear algunas voces interesadas en prolongar el status quo. El actual cuadro político solo entorpece cualquier proceso de paz, como la hoja de ruta, que solo ponga al centro de la discusión los intereses de Israel y Estados Unidos; sin considerar, con la seriedad y la profundidad adecuada, los derechos inalienables del pueblo palestino.
Es decir, en los próximos años es posible alcanzar una paz justa y duradera para la región si es que los Israelíes y los norteamericanos se allanan a ello y abandonan la posición soberbia e hipócrita de las últimas décadas.
Lo que, claramente, no será posible en este período, es imponer a los palestinos un plan de paz unilateral que solo atienda las necesidades, las expectativas y los sueños de Israel y de sus aliados.
Tampoco implica que de aquí en adelante tendrá más relevancia la vía armada que las negociaciones de paz en la búsqueda de una solución permanente al conflicto palestino israelí o que se multiplicarán los atentados a civiles, ya que el hecho de que Hammas haya optado por ir al parlamento significa, ni más ni menos, que están dispuestos a utilizar todas las formas de lucha para conseguir los objetivos nacionales del pueblo palestino.
Significa que el pueblo palestino ha aprehendido de sus enemigos, que golpean mientras conversan y conversan mientras golpean, tal como lo hiciera el Congreso Nacional Africano cuando decidió comenzar a negociar el desmantelamiento del sistema del Apharteid Sudafricano, planteando que se sentarían a la mesa como si no hubiera lucha armada, pero seguirían utilizando la vía armada como si no hubiera negociaciones.
Ahora bien, si uno observa lo que han hecho Estados Unidos e Israel en los últimos 12 años de “negociaciones”, comprende que quizá sea ese el escenario que occidente le ha impuesto al pueblo Palestino para negociar de verdad y poder avanzar realmente hacia una paz justa y duradera en la región.
Ya hemos aprendido, en 12 años de espera, que las negociaciones sin ningún tipo de presión no dan resultado y que no es correcto sentarse a una mesa de negociaciones, desarmados, frente a un enemigo sin escrúpulos ni respeto para con el derecho internacional, que te sigue avasallando con uno de los ejércitos más potentes del mundo, con apoyo directo o indirecto de la comunidad internacional y sin respeto alguno por los derechos humanos y el derecho internacional.
Por otra parte este nuevo escenario nos invita a entender que en las actuales circunstancias, reconocer a Israel no significa negar a Palestina y reconocer el derecho de los palestinos a construir su Estado, mucho menos, negar el derecho de Israel a existir. Eso es como reducir el conflicto a la discusión teológica de si dios le regaló esa tierra a algún pueblo o si ese dios no es el verdadero y es el dios de los musulmanes el que dice la verdad. Esa es una discusión que no se va a resolver ni en 5000 años más y que no tiene sentido ni destino.
El actual escenario nos impone superar los discursos teológicos y atrevernos a reinventar el concepto de la paz que requerimos y necesitamos. Nos impone el desafío de mirar el futuro entendiéndonos como iguales, apostando a construir un estado binacional en donde convivan sin ninguna discriminación todos los cristianos, judíos, musulmanes, agnósticos y ateos que quieran vivir en y luchar por una nación Palestina-Israelí de carácter laico, democrático, con justicia social y respeto por los derechos humanos.
Para ello va a ser fundamental que en la sociedad israelí y en la palestina, se fortalezcan los discursos y las posiciones de izquierda, humanistas y laicas, cosa que por ahora, se ve realmente difícil pero que en el futuro, sin duda, será una realidad.
[1] Independiente de las razones médicas que puedan explicar la muerte de Arafat, su deceso fue causado por las circunstancias en que lo dejaron israelíes y norteamericanos el día en que lo encerraron en un proceso de paz que nació muerto porque solo consideraba los intereses de los israelíes sin asumir que el principal obstáculo para la paz es la ocupación israelí y que la violencia es fruto de ella y de la frustración acumulada del pueblo palestino y no al revés.
[2] Desde la primera firma de Los Acuerdos de Paz en Oslo el 13 de septiembre de 1993, Arafat y la OLP siempre se enmarcaron dentro de las exigencias israelí-norteamericanas para establecer el diálogo y lograr acuerdos presentándolo al interior de la arena palestina como lo único posible.
[3] Debemos recordar que Al Fatah le impuso al resto de la OLP la participación en el proceso de Madrid pese a que no consideraba ninguna de las condiciones que la misma OLP había exigido para participar en una Conferencia Internacional de Paz luego de la primera Guerra del Golfo cuando EEUU se comprometió ante el mundo a liberar primero a Kuwait y luego resolver el problema palestino.