Friedman ha muerto y sus seguidores, esparcidos por la faz de la tierra han salido a homenajearlo y a agradecerle los aportes que en vida realizó al pensamiento económico capitalista al darle un nuevo impulso luego de la reducción significativo del tiempo de duración de los ciclos expansivos del modo de producción y de la baja sistemática de las tasas de ganancias de las empresas mundiales luego de la segunda guerra mundial.
Cómo lo hizo. Entregándole al mercado todas las esferas de la vida social que antes del neoliberalismo eran esferas propias del estado y de su función correctora del primero y protectora de la sociedad, y proponiendo un aumento significativo de la tasa de superexplotación para mantener siempre viva la quimera del crecimiento económico infinito de las empresas.
Muchos dicen que sus mayores aportes fueron la lucha contra la inflación y la defensa de la dignidad humana, que según él pasa porque el hombre se sienta enteramente libre para elegir como desea vivir.
Planteó que la mejor manera de luchar contra la inflación era reducir la cantidad de dinero en la economía aumentando las tasas de interés para evitar el consumo excesivo en tiempos de bonanza impidiendo así que un alza en la demanda relativa produjera un alza desmesurada en los precios al consumidor.
También impulsó y defendió las privatizaciones de todas las empresas de propiedad estatal para reducir costos y hacerlas más eficientes y eficaces, eliminando de paso los derechos sociales conquistados en casi un siglo de reivindicaciones de los más pobres y convirtiendo los productos y servicios que esas empresas ofrecían en simples mercancías al alcance solo de quienes pueden pagarlas.
También planteó que el mercado del trabajo debía regirse igual que el mercado de los productos y que el sueldo de los trabajadores debía fijarlo el punto de equilibrio entre la demanda y la oferta de fuerza de trabajo y no el Estado a través de los sueldos mínimos porque no permiten un funcionamiento eficiente del mercado laboral. De esta manera podrían todos mantenerse siempre ocupados si el salario pudiera bajar tanto que no significara mayores costos para los empresarios pero si mayor productividad. Es decir, en vez de tener una cantidad x de trabajadores contratados por el sueldo mínimo, podríamos tener al doble de trabajadores contratados por la mitad del sueldo o a todos por la misma cantidad global de los primeros.
Claramente en la mente de Friedman los indicadores que definen el éxito de una sociedad son los indicadores económicos como el Producto Interno bruto, la inflación y la balanza comercial, pero claramente la felicidad y la dignidad humana real no están presentes por ningún lado en su pensamiento. La especie humana y la naturaleza, para Friedman, son solamente datos y un insumo para el circuito económico.
Demás está plantear la inmensa influencia que este gran economista tuvo y tiene en nuestro país desde la dictadura hasta nuestros días. Claro está también, que sus ideas no hubieran podido instalarse en Chile y en el resto de América Latina bajo gobiernos democráticos pues el impacto social de sus medidas solo podía ser aceptado bajo la amenaza de la represión y la fuerza de las armas, para luego eternizarlos mediante amarras constitucionales y diseños institucionales que impidieran la participación democrática y la subordinación de las minorías a las mayorías y mantuvieran inalteradas en el tiempo lo que se conoció como “La Obra del Gobierno Cívico militar”.
De hecho en nuestro país, a 16 años del término formal de la dictadura, aun se mantiene inalterado el modelo de Friedman y se gobierna y se discute fundamentalmente en base a estos indicadores económicos, sin importar lo que pase con el desempleo que hace ya casi una década que no cede de manera significativa y permanente, ni mucho menos con la felicidad humana como derecho básico y fundamental
Lamentablemente pocos logran visualizar lo acontecido gracias a los postulados de Friedman con esa amplia mayoría de habitantes que no forman parte de los ganadores y los beneficiados por este sistema diseñado a la perfección para reproducir y concentrar el capital en cada vez menos manos. Nada se dice acerca de lo que ha significado la extracción de dinero de los sistemas económicos en periodos de crisis para quienes, producto de lo mismo, pierden sus trabajos y pasan largos periodos sin poder satisfacer sus necesidades básicas y las de sus seres queridos poniendo en jaque la reproducción en dignidad de la existencia misma.
Tampoco se habla acerca del encarecimiento que ha significado las privatizaciones de algunos productos y servicios básicos sin los cuales la vida no resulta verdaderamente digna y menos se habla, porque sería una blasfemia, de la ausencia total de libertad de elección que poseen quienes no ganan lo suficiente para satisfacer sus necesidades básicas en un mercado en el que la libertad de elegir solo la tiene el que posee dinero para comprar lo que desea. O acaso alguien puede plantear que en Chile todos tienen la libertad de elegir viajar de vacaciones por el mundo, o tener una segunda vivienda para ir los fines de semana, o de educar a sus hijos en un colegio que asegure calidad o atenderse un problema de salud en el mejor lugar y de manera oportuna. Alguien puede plantear, con la mano en el corazón, que luego de 30 años de aplicación ciega del modelo de Friedman existe en Chile un mayor grado de libertad social.
Tampoco se recuerda las secuelas del pensamiento de Friedman en América Latina con la ampliación significativa de la brecha entre ricos y pobres y la profundización de la desigualdad social que se viene viviendo en la región a pesar de años de crecimiento económico asegurado, sin contar las crisis de algunos de los países y economías más sólidas de la región como eran Argentina y México antes de la implementación del modelo neoliberal.
En suma, Friedman resolvió los problemas de la ciencia económica pero jamás trató de resolver los problemas de la sociedad en su conjunto ni mucho menos, de las mayorías que no tienen acceso a la libertad que otorga el dinero en exceso, que él tanto defendía. Por supuesto, resolviendo el problema de la ciencia económica capitalista resolvió los problemas de casi un 10% de la población mundial que no vive estresada por la incertidumbre que posee acerca del futuro. De hecho, resulta indesmentible que gracias a Friedman tenemos un grupo de familias a nivel mundial que ya ni saben en qué gastar el dinero que poseen pero que tienen aseguradas sus vidas por las próximas cien generaciones, mientras casi el 70% de la población, verdaderamente, no sabe que pasará con ellos en el futuro y sufren el rigor de una marginalidad social creciente e nivel planetario.
Friedman ha muerto. Ahora solo hay que esperar que sus ideas pasen a la historia como las contribuciones más egoístas que se han hecho en el mundo en la historia de la ciencia económica.
Cómo lo hizo. Entregándole al mercado todas las esferas de la vida social que antes del neoliberalismo eran esferas propias del estado y de su función correctora del primero y protectora de la sociedad, y proponiendo un aumento significativo de la tasa de superexplotación para mantener siempre viva la quimera del crecimiento económico infinito de las empresas.
Muchos dicen que sus mayores aportes fueron la lucha contra la inflación y la defensa de la dignidad humana, que según él pasa porque el hombre se sienta enteramente libre para elegir como desea vivir.
Planteó que la mejor manera de luchar contra la inflación era reducir la cantidad de dinero en la economía aumentando las tasas de interés para evitar el consumo excesivo en tiempos de bonanza impidiendo así que un alza en la demanda relativa produjera un alza desmesurada en los precios al consumidor.
También impulsó y defendió las privatizaciones de todas las empresas de propiedad estatal para reducir costos y hacerlas más eficientes y eficaces, eliminando de paso los derechos sociales conquistados en casi un siglo de reivindicaciones de los más pobres y convirtiendo los productos y servicios que esas empresas ofrecían en simples mercancías al alcance solo de quienes pueden pagarlas.
También planteó que el mercado del trabajo debía regirse igual que el mercado de los productos y que el sueldo de los trabajadores debía fijarlo el punto de equilibrio entre la demanda y la oferta de fuerza de trabajo y no el Estado a través de los sueldos mínimos porque no permiten un funcionamiento eficiente del mercado laboral. De esta manera podrían todos mantenerse siempre ocupados si el salario pudiera bajar tanto que no significara mayores costos para los empresarios pero si mayor productividad. Es decir, en vez de tener una cantidad x de trabajadores contratados por el sueldo mínimo, podríamos tener al doble de trabajadores contratados por la mitad del sueldo o a todos por la misma cantidad global de los primeros.
Claramente en la mente de Friedman los indicadores que definen el éxito de una sociedad son los indicadores económicos como el Producto Interno bruto, la inflación y la balanza comercial, pero claramente la felicidad y la dignidad humana real no están presentes por ningún lado en su pensamiento. La especie humana y la naturaleza, para Friedman, son solamente datos y un insumo para el circuito económico.
Demás está plantear la inmensa influencia que este gran economista tuvo y tiene en nuestro país desde la dictadura hasta nuestros días. Claro está también, que sus ideas no hubieran podido instalarse en Chile y en el resto de América Latina bajo gobiernos democráticos pues el impacto social de sus medidas solo podía ser aceptado bajo la amenaza de la represión y la fuerza de las armas, para luego eternizarlos mediante amarras constitucionales y diseños institucionales que impidieran la participación democrática y la subordinación de las minorías a las mayorías y mantuvieran inalteradas en el tiempo lo que se conoció como “La Obra del Gobierno Cívico militar”.
De hecho en nuestro país, a 16 años del término formal de la dictadura, aun se mantiene inalterado el modelo de Friedman y se gobierna y se discute fundamentalmente en base a estos indicadores económicos, sin importar lo que pase con el desempleo que hace ya casi una década que no cede de manera significativa y permanente, ni mucho menos con la felicidad humana como derecho básico y fundamental
Lamentablemente pocos logran visualizar lo acontecido gracias a los postulados de Friedman con esa amplia mayoría de habitantes que no forman parte de los ganadores y los beneficiados por este sistema diseñado a la perfección para reproducir y concentrar el capital en cada vez menos manos. Nada se dice acerca de lo que ha significado la extracción de dinero de los sistemas económicos en periodos de crisis para quienes, producto de lo mismo, pierden sus trabajos y pasan largos periodos sin poder satisfacer sus necesidades básicas y las de sus seres queridos poniendo en jaque la reproducción en dignidad de la existencia misma.
Tampoco se habla acerca del encarecimiento que ha significado las privatizaciones de algunos productos y servicios básicos sin los cuales la vida no resulta verdaderamente digna y menos se habla, porque sería una blasfemia, de la ausencia total de libertad de elección que poseen quienes no ganan lo suficiente para satisfacer sus necesidades básicas en un mercado en el que la libertad de elegir solo la tiene el que posee dinero para comprar lo que desea. O acaso alguien puede plantear que en Chile todos tienen la libertad de elegir viajar de vacaciones por el mundo, o tener una segunda vivienda para ir los fines de semana, o de educar a sus hijos en un colegio que asegure calidad o atenderse un problema de salud en el mejor lugar y de manera oportuna. Alguien puede plantear, con la mano en el corazón, que luego de 30 años de aplicación ciega del modelo de Friedman existe en Chile un mayor grado de libertad social.
Tampoco se recuerda las secuelas del pensamiento de Friedman en América Latina con la ampliación significativa de la brecha entre ricos y pobres y la profundización de la desigualdad social que se viene viviendo en la región a pesar de años de crecimiento económico asegurado, sin contar las crisis de algunos de los países y economías más sólidas de la región como eran Argentina y México antes de la implementación del modelo neoliberal.
En suma, Friedman resolvió los problemas de la ciencia económica pero jamás trató de resolver los problemas de la sociedad en su conjunto ni mucho menos, de las mayorías que no tienen acceso a la libertad que otorga el dinero en exceso, que él tanto defendía. Por supuesto, resolviendo el problema de la ciencia económica capitalista resolvió los problemas de casi un 10% de la población mundial que no vive estresada por la incertidumbre que posee acerca del futuro. De hecho, resulta indesmentible que gracias a Friedman tenemos un grupo de familias a nivel mundial que ya ni saben en qué gastar el dinero que poseen pero que tienen aseguradas sus vidas por las próximas cien generaciones, mientras casi el 70% de la población, verdaderamente, no sabe que pasará con ellos en el futuro y sufren el rigor de una marginalidad social creciente e nivel planetario.
Friedman ha muerto. Ahora solo hay que esperar que sus ideas pasen a la historia como las contribuciones más egoístas que se han hecho en el mundo en la historia de la ciencia económica.