Sin duda que no ha logrado cumplir con estas promesas, a la luz de las cifras que hemos conocido recientemente y que están construidas por una fundación claramente identificada con su mismo sector político. La razón para explicar aquello, sin embargo, se encuentra precisamente en lo que nadie discute.
Claro está que pocos atinan a darse cuenta de que este tema y sobretodo la mirada que sobre él prevalece en nuestros tiempos ha sido instalado en nuestro país por la derecha representada hoy en día por la Alianza por Chile y por algunos ideólogos de la Concertación que hace ya rato abandonaron la vocación y la necesidad de buscar soluciones de fondo a los problemas y se sumaron, resignados y derrotados, a la corriente de las soluciones superficiales, cortoplazistas y centradas sobretodo, en los dividendos electorales más que en el desarrollo de un nuevo tipo de sociedad que sea capaz de poner al centro de la discusión, la felicidad de los seres humanos y no solo el crecimiento económico, la inflación y la balanza comercial.
La derecha lo ha hecho porque la economía es el centro de sus preocupaciones y porque es consciente de que la seguridad ciudadana, como ellos le llaman, es uno de los pocos temas en donde aun pueden sacar algún beneficio político y en donde aun pueden aspirar a diferenciarse de esa Concertación con la que tanto, y cada día más, se parecen. Sobretodo, si consideramos además, que es uno de los pocos temas que les permiten dejar de lado la búsqueda de una sociedad más justa para centrarse en algo que les causa profundo placer: aumentar la represión y el control social formal sin importar las causas profundas del fenómeno principal.
La concertación, por su parte, reproduce el modelo socioeconómico con algunos cambios cosméticos que en nada alteran la arquitectura institucional fundamental impuesta por la dictadura. Esto a causa de la mediocridad y el acomodo, por una parte y por otra, por una renuncia ideológica a buscar e imaginar una sociedad distinta a la que nos legara la dictadura.
Ahora bien, esta visión del tema tiene sus raíces en dos procesos distintos pero complementarios que chile viene recorriendo hace ya más de tres décadas. El primero es la implantación, por la fuerza, y la mantención por medio de los enclaves autoritarios que aun mantienen conculcado el derecho a la autodeterminación del pueblo chileno, de un sistema económico excluyente y con una fuerte tendencia la concentración de la riqueza y al oligopolio de las grandes empresas nacionales y transnacionales en el reparto de los beneficios del sistema de producción nacional.
Esto se ha hecho de la mano de una apertura unilateral sin defensa ni protección para nuestra pequeña y mediana industria lo que ha impactado fuertemente en la sustentabilidad de los pequeños y medianos productores y empresarios que generan cerca del 75 % de los empleos de este país, muchos de los cuales han terminado proletarizándose en beneficio de los primeros.
En segundo lugar, mediante el manejo de la opinión pública a través del control de los medios de comunicación que le dan una cobertura desmedida a los hechos delictuales generando la sensación de que es el tema de mayor importancia para la población, para que luego las instituciones que se dedican al tema, como Paz Ciudadana, realicen encuestas y estudios que, intencionadamente confirmen que ese el tema más relevante, cerrando el círculo cuando los medios de comunicación, de los mismos propietarios e dan una cobertura desmedida también, a esos estudios generando una suerte de realidad mediática impenetrable por la realidad de la vida cotidiana de las personas.
De hecho, si uno consulta a la mayoría de la gente acerca de lo que más le preocupa y le genera inseguridad, y opone el hecho de ser asaltado con el hecho de estar desempleado; o con el hecho de no poder brindar a su familia y a sus hijos lo básico para una vida digna o una buena educación, no tengo duda que la gran mayoría de los chilenos y chilenas revelarían que sus preocupaciones más importantes y su inseguridad más dramática provienen de aquellos temas como son el trabajo, la salud, la educación de sus hijos y la falta de tiempo para estar con la familia provocada por las extensas jornadas laborales que ambos padres deben asumir para poder mantener un hogar en forma digna. De hecho existen numerosos estudios bastante más serios que los realizados por dichas fundaciones que demuestran claramente la relación directamente proporcional de las crisis económicas y el aumento del desempleo con el incremento de los delitos, sobretodo de aquellos contra la propiedad.
En este escenario, la responsabilidad fundamental de la concertación radica en los nulos esfuerzos por cambiar el modelo impuesto por la dictadura y en el acomodo manifiesto de sus dirigentes y cúpulas partidarias a este sistema excluyente, discriminatorio, que genera riqueza para unos pocos al mismo tiempo que precariza o destruye los empleos y disminuye de manera relativa, los sueldos de la mayoría.
Eso es lo que sin duda no va a cambiar ni con la concertación, que a estas alturas es la representante de la continuidad, ni con la Alianza incluida su versión aliancista bacheletista, que representa al Pinochetismo reconvertido, y que es el obstáculo más importante ara poder avanzar hoy, en la construcción de una sociedad más justa y feliz, para todos y todas.
Por lo mismo resulta tan importante la consolidación de una fuerza política alternativa al modelo, de claro perfil antineoliberal, partidaria de establecer el trabajo, la vivienda digna, la salud, la ecuación, la cultura y el esparcimiento como derechos constitucionales y no como simples bienes que estén al acceso de los que los puedan pagar. Una fuerza que considere a la economía como un instrumento al servicio de la felicidad humana y no al ser humano como instrumento para la economía y que sea capaz, en sus relaciones internas y en su vida orgánica, de ser fiel reflejo de las relaciones sociales y políticas de aquella sociedad que aspira a construir. Solo así podremos asistir a una real y definitiva disminución de la delincuencia que encuentra su campo fértil, precisamente en la exclusión y la atomización social.