Por lo mismo, no resulta fácil escribir de historia y analizar estos hechos cuando la actualidad nos consume a diario con las amargas noticias que recibimos desde los territorios palestinos ocupados desde la misma fecha por el Estado de Israel. Menos aún cuando constatamos que a pesar de los avances obtenidos a lo largo de 25 años de revolución independiente, son los mismos palestinos los que se han encerrado en un callejón sin salida, al entrar en los acuerdos de Oslo, haciéndole el juego y un tremendo favor a sus propios enemigos, que hoy disfrutan de ver hecho realidad el más antiguo y maravillosos de sus sueños: palestinos matando, reprimiendo y encarcelando a otros palestinos, en una guerra civil cuyo objetivo es la toma del control de una Autoridad Nacional que en estricto rigor, no sirve ni ha servido para nada.
Mientras tanto, Israel y EEUU miran con una sonrisa cómplice como las consecuencias de su política ha llevado a los palestinos al enfrentamiento fraticida, y se dedican a armar a unos para terminar con los otros, esperanzados en que el término de la guerra civil deje a los triunfadores, si se les puede llamar así, en condiciones de debilidad tal que los obliguen a negociar una vez más en sus términos, los que han sido impuestos en una estrategia perenne de aniquilamiento físico y político del pueblo palestino y de sus propias organizaciones, siempre ayudados por las diferencias tácticas y estratégicas de un movimiento cuya falta de un paradigma racional como paraguas de la acción, por un lado, y de una sólida democracia interna, por otro, lo ha llevado a tal nivel de fragmentación que difícilmente podría representar el programa nacional unitario que la OLP abandonó cuando Arafat firmó los acuerdos de Oslo.
A pesar de ello, el presente texto pretende contextualizar el surgimiento de la vía armada y de la vía revolucionaria palestina, ayudando a la comprensión de los fenómenos que en el mundo árabe se dieron a partir de 1948 y que terminaron para siempre con la “apuesta del nacionalismo árabe” para la liberación de Palestina.
De hecho, fue precisamente la humillante derrota de 1967, la que hizo entender a los palestinos que el único camino viable para la liberación nacional era la revolución que los propios palestinos pudieran construir en una organización autónoma, independiente y lo más democrática posible en una región que solo sabía y sabe de dioses, profetas y caudillos, con todas las limitantes que eso conlleva.
Este nuevo movimiento no podía ni debía tener conflictos de alineamiento estratégico en el contexto internacional y mucho menos tendría que subordinarse a las pugnas estériles entre caudillos árabes, empeñados en erigirse como los legítimos sucesores de Salah Al Din.[1]
Dentro de esta decisión por todos compartida, surgieron voces que creían necesario alinearse con las fuerzas progresistas del mundo y dar una batalla de carácter nacional pero estrechamente ligada a la lucha internacional por la emancipación del género humano, lo que evidentemente los ponía en contra de gran parte de los dirigentes árabes que eran parte del mismo eje del mal, para utilizar un lenguaje obsoleto y contemporáneo a la vez.
Al lado de las primeras, surgieron voces que pretendían desarrollar una revolución pequeño burguesa que diera a la clase dominante palestina un estado en donde desarrollar su proceso originario de acumulación capitalista y aunque nadie lo diga de esa manera, esa fue la división histórica que caracterizó el nacimiento y desarrollo de las organizaciones palestinas que abrazaron, desde distintas posturas, la lucha armada contra ala ocupación sionista y sus aliados.
1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
Durante la Catástrofe de 1948, nombre con el que se conoce el inicio formal de la ocupación sionista de Palestina, una mayoría de los palestinos fueron expulsados de sus tierras mediante el uso de la fuerza indiscriminada y el terrorismo por parte de las fuerzas paramilitares sionistas que luego se convertirían en el ejército oficial del Estado de Israel.
Mediante trece operaciones militares, conocidas como Plan Dalet, arrasaron con 13 aldeas palestinas estratégicamente ubicadas para crear un corredor por donde deberían escapar los árabes despavoridos.
Luego de aniquilar a la gran mayoría de sus habitantes sin distinción de sexo, edad y condición social, subieron a camiones a los pocos sobrevivientes que dejaron y los pasearon desnudos por los barrios judíos para que fueran escupidos, apedreados, insultados y vejados para luego liberarlos y permitirles que propagaran por el resto del territorio palestino el pánico y el dolor causado por tanta masacre, tanta crueldad y tanta humillación.
Así los sionistas forzaron el éxodo de cientos de miles de palestinos que aterrorizados cruzaron las fronteras, en poder de la llaves de sus casas, buscando refugio en los países árabes, que vieron en el conflicto palestino una oportunidad para instalarse y posicionarse, al interior del mundo árabe, como los líderes que devolverían a los mismos árabes, su dignidad arrebatada mediante la ocupación de palestina, uno de los centros de gravedad más importantes de la constitución de la identidad árabe en general y musulmana en particular.
Fue tan así, que decenas de golpes de estado y cambios violentos de gobiernos se llevaron a cabo en la región durante esos años en el nombre sagrado de Palestina, de su pueblo y de su liberación.
Paralelamente se desarrollaban en el mundo árabe las tendencias nacionalistas propias de los procesos emancipatorios del sistema colonial, sin poder sustraerse de las pugnas de poder y de los afanes de dominación y reconstrucción de la gran nación árabe que provenía y se prolongaba desde el aniquilamiento del mundo musulmán representado en su última etapa por el Imperio Turco Otomano.
Surgió el Movimiento Nacionalista Árabe en la mayoría de los países que se venían independizando, con un contenido ideológico claramente más progresistas que aquellos países que devinieron en monarquías absolutas o en falsas democracias.
Esta corriente, con claras características de pequeña burguesía con opción revolucionaria, aspiraba a la conformación de una gran nación árabe, fuerte y cohesionada, con la que reconstruirían el poder de los árabes en el mundo, para enfrentar los embates de occidente, reencantado recientemente por el mundo árabe, desde el descubrimiento de las reservas energéticas que este tenía y que resultaban indispensables para el desarrollo del mundo moderno occidental.
Los palestinos, en este contexto, vieron inicialmente una luz de esperanza en estas declaraciones de intenciones y se enrolaron en los partidos políticos de los países árabes, como una forme de canalizar sus anhelos de justicia y libertad y de lucha contra la ocupación de su tierra, volcándose completamente a las luchas político ideológicas de los países que los acogieron y que venían recién independizándose de la mano del mismo occidente que había entregado ilegalmente Palestina a la Organización Sionista Mundial.
Los dirigentes árabes de ambas corrientes, la pequeño burguesa representada por los nacionalistas y la de la gran burguesía terrateniente y feudal representada por las monarquías y sus seguidores, mucho más preocupados de su sobrevivencia política y de su permanencia en el poder, desarrollaron un doble juego que por un lado los mostraba abrazando la causa palestina como un fin sagrado y por otro trataban de contener a los movimientos y partidos políticos que nacían en torno a la necesidad de la liberación de Palestina, para evitar los impulsos democratizadores y revolucionarios que de las mismas organizaciones surgían.
Estos impulsos representaban sin duda alguna, un peligro para sus gobiernos, ya que más de alguna vez, dichos movimientos, en la base, pretendieron instalar como condición sine qua non para el logro de la unidad árabe que llevaría al triunfo sobre el enemigo, la erradicación del mundo árabe de las monarquías absolutas y de los gobiernos autoritarios.
Quienes pensaban así se organizaron en pequeños partidos aglutinados en torno al Movimiento Nacionalista Árabe, cercano a Nasser y desde su nacimiento se convirtieron en un peligro evidente para los reyes, los militares y los presidentes que veían en el pensamiento progresista y democrático de estos grupos un peligro para sus propias existencias. Estos movimientos se dedicaron casi exclusivamente a promover experiencias de Unidad Árabe que fracasaron una y otra vez por las características propias de los dirigentes que pertencían todos al paradigma teológico del mundo y cada uno se asumía a sii mismo como el redentor de la nación árabe.
Para contener este peligro y mantener sus posiciones, se volcaron a una competencia formal entre si por dominar y liderar la causa palestina que representaba el Lei Motiv de los pueblos árabes y mientras algunos entregaban recursos como los reyes de los países del Golfo, otros se volcaban a construir medios de comunicación y organizaciones árabes pro palestinas que debían tener el control y ser la expresión oficial y los representantes de la causa palestina.
La más osada de estas creaciones del más osado de estos líderes fue, sin duda, la Organización para la Liberación de palestina, creada por Gamal Andel Nasser en 1964, sin la participación real ni vinculante de ninguna de las organizaciones palestinas que a la sazón existía.
Esta decisión política tuvo amplias repercusiones en el mudo árabe y dio nacimiento formal también al primer Ejército para la Liberación de Palestina, el que jamás llegó a ver la luz debido a la falta de voluntad política de los líderes árabes que veían en él un riesgo desestabilizador al interior de sus países. El primer presidente de la OLP fue Ahmad Chuqueiri quién permaneció como figura decorativa y estrecho colaborador de Nasser hasta poco después de la derrota de 1967.
Esta competencia iba acompañada, como era lógico, de una competencia discursiva llena de discursos grandilocuentes en que todos aspiraban al trono del peor enemigo de Israel, con frases y declaraciones altisonantes de destrucción del enemigo, de recuperación de la patria árabe, de lanzamientos al mar y de llamados estériles a la unidad, a la revolución y a la venganza.
Pero en estricto rigor, los países árabes tenían tantos problemas internos que resolver y en su mayoría eran dictaduras tan deleznables que fueron incapaces de ejercer un verdadero liderazgo sobre sus mismos pueblos y por lo mismo, eran incapaces de aunar esfuerzos reales tras los objetivos que se planteaban.
Poco a poco, los palestinos se fueron decepcionando del rol que los árabes podían y estaban dispuestos a jugar en la liberación de Palestina y por lo mismo, comenzaron a madurar la necesidad de aglutinarse en torno a una organización propia que diera autonomía a la decisión política palestina, de todos aquellos que solo querían instrumentalizar la causa para sus intereses personales.
Comenzaron a desarrollar algunas organizaciones de estudiantes y de profesionales palestinos y otras organizaciones político-militares como Al Fatah que había nacido en 1956, y que se habían lanzado a la tarea de organizar al pueblo palestino en el mundo árabe, cada una desde sus propias convicciones políticas e ideológicas.
Al Fatah por ejemplo, con fuerte presencia en Kuwait, recibía un fuerte apoyo en recursos económicos de algunos reyes del golfo y, por lo mismo, jamás adoptó la posición de los nacionalistas árabes que veían en la institución de las monarquías absolutas instaladas por occidente, un obstáculo para el surgimiento de democracias populares que representaran adecuadamente los intereses de los pueblos árabes y por tanto, eran considerados, también, como enemigos de la causa palestina y mucho más cercanos a occidente.
Los cercanos al MNA agrupados principalmente en organizaciones estudiantiles se paseaban por el mundo árabe preparando el que debía ser el primer congreso nacional de estudiantes palestinos y habían comenzado a darle forma a la vanguardia política palestina.
En este contexto, el 1 de enero de 1965, nació formalmente la revolución palestina cuando Al Fatah, el partido de Yasser Arafat, realizó la primera operación militar en territorios ocupados por Israel y marcó un viraje fundamental en el ánimo, la esperanza y la determinación del pueblo palestino. Un viraje que los llamaba a ser protagonistas principales de su propia historia y a enarbolar las banderas de la revolución para llevar adelante la Liberación de Palestina de la ocupación sionista.
El impulso final vendría de la guerra del 67 que determinó el fin de una era de vanas esperanzas en los países árabes, para dar paso a una época de derrota marcada por la desmoralización, la dispersión y la falta de unidad de los palestinos pero con un condimento que no tenía precedente en la historia reciente del mundo árabe, los palestinos estaban decididos a llevar, ellos mismos, adelante el proceso de liberación nacional, lo que al menos daba garantías de que se estaba abriendo un nuevo escenario en donde por primera vez los palestinos y sus decisiones dependerían solo de los palestinos.
2. LA DERROTA DEL 67 Y LA BATALLA DEL KARAMEH.
Fue tal la necesidad que sintieron los palestinos de tomar en sus propias manos la causa palestina luego de la gran derrota árabe de1967 que en el lapso de unos meses surgieron decenas de partidos políticos que tenían poco más que un timbre y unas hojas con membrete, llamando a los palestinos a dejar las militancias en los partidos del mundo árabe y a enrolarse en sus propias organizaciones.
Muchos de ellos, se formaron a base de militantes que provenían de las filas del MNA de diversos países. Otros nacieron como una respuesta desesperada a la necesidad de combatir la desmoralización que caracterizaba el estado de ánimo general del pueblo palestino.
Algunos de ellos, siguiendo el ejemplo de Al Fatah, se lanzaron, desde las fronteras, principalmente desde Jordania a realizar ataques de baja intensidad, bajo el esquema de una guerra de guerrillas, cuyo único objetivo era subir la moral del pueblo palestino y demostrar a las bases palestinas que no todo estaba perdido.
Esta actividad elevó la tensión de manera significativa entre el gobierno de la potencia ocupante y su vecino de Jordania, en donde se habían instalado la gran mayoría de los palestinos expulsados en el 47 y por tanto era un terreno fértil para el reclutamiento de todos los nuevos partidos que estaban naciendo.
El rey Hussein de Jordania, sin dar un apoyo directo y real a los palestinos, les permitía, de todas formas, que desarrollaran en su territorio sus legítimas actividades de resistencia, más por temor a las consecuencias de cualquier intento de represión que por un apoyo entusiasta y comprometido a su lucha de liberación.
Esto provocó la primera discusión de corte estratégico entre las distintas posiciones ideológicas que se venían consolidando al interior del pueblo palestino. Mientras los que optaron por las posiciones más revolucionarias creían que durante la época de derrota había que llevar a cabo un repliegue táctico que permitiera consolidar el frente palestino sin poner en peligro el proceso, por la tensión entre Israel y Jordania, los partidos más conservadores y más populistas, como Al Fatah, eran de la idea de avanzar con lo que estuviese al alcance del pueblo con tal de levantar el ánimo de los palestinos y ampliar sus bases, acelerando el proceso de reclutamiento.
Llegó a tanto la tensión fronteriza entre ambos países que Israel decidió invadir por tierra a Jordania para destruir la resistencia palestina que estaba naciendo y debido a aquello se materializó el primer enfrentamiento directo entre las fuerzas palestinas e Israel en la famosa y mítica batalla del Karahme. Y si bien los resultados fueron desastrosos para Israel debido a la derrota militar que su ejercito sufrió a manos de un puñado de guerrilleros palestinos, en el mediano plazo, las consecuencias para los palestinos nos fueron mejores.
Efectivamente, en la mañana del 21 de marzo de 1968, 10000 soldados israelíes apoyados con unidades de tanques y helicópteros, marcharon por el puente Allenby hacia Jordania. Su objetivo: una pequeña ciudad situada en las márgenes del valle del Jordán, imediatamente detrás de la ciudad, a solo una hora caminando desde Palestina, y que se había convertido en el cuartel general de Al Fath desde la gran derrota árabe del año anterior, desde donde se lanzaron no pocos ataques hacia l interior de los territorios ocupados por Israel.
El ejército israelí había tomado la decisión de “sacar” esa base y eliminar las guerrillas en pocas horas. Sin embargo, los fedayines no estaban completamente desprevenidos de este ataque. El general jordano Khamanasha advirtió a los líderes de Al Fatah el 18 de Marzo que los israelíes probablemente atacarían en los próximos tres días. También les advirtió la superior capacidad militar del enemigo sionista. Sin embargo, Arafat, Abu Jihad, Abu Iyyad y los Fedayines tomaron una distinta y crucial decisión: Quedarse y pelear.
Los fedayines pelearon con valor que nacía del desespero. Algunos saltaron con cinturones de bombas alrededor de sus cuerpos frente a los tanques israelíes, inutilizándolos. Las tropas pelearon de casa en casa, y cuerpo a cuerpo. Por la tarde el campo de refugiados fue destruido y tres cuartas partes de la ciudad fueron reducidas a cenizas. Los israelíes se retiraron en sus vehículos pero sin alcanzar su objetivo. La batalla tuvo un gran número de bajas pero la resistencia preservó lo suyo – contra una fuerza armada muy superior y dotada de un aura de invencibilidad. Este día fue celebrado como una gloriosa victoria a través del mundo árabe y en especial en las filas de las organizaciones palestinas. Al Fath creció de manera exponencial y Arafat se instaló como el lider indicutido del pueblo palestino.
Paralelamente surgió la idea de un grupo de palestinos liderados por George Habash, en adelante conocido como al Hakim, de conformar un Frente Popular para la Liberación de Palestina que reuniera a todos estos partidos que estaban naciendo y les diera una estructura nacional. El único grupo que se restó de este nuevo referente, debido a su nivel de consolidación, a su historia y a su contenido ideológico opuesto al pensamiento de izquierda, fue Al Fatah, el que siguió operando como el partido más antiguo de la revolución.
A partir de estos dos hechos fundamentales, los palestinos, mucho mejor organizados que durante los 20 años precedentes tomaron la decisión histórica de refundar la OLP que había creado Nasser en 1964 y convertirla en una estructura nacional que sería la única y legítima representante del pueblo palestino de ese minuto en adelante. Asi se realizó el Primer Congreso Nacional de la OLP y se estructuró, por primera vez un rograma nacional para la liberación de palestina.
3. EL RENACER DE LA OLP Y LA MASACRE DE SEPTIEMBRE NEGRO.
Sin duda que los efectos de la batalla del Karameh generaron una clara mayoría en torno al Fatah que se consolidó como al fuerza principal de la OLP, seguida de cerca por el FPLP, del cual se escindieron varias organizaciones a medida que el FPLP avanzó en su camino de convertirse en el primer partido marxista leninista de la OLP, dotando, por primera vez, al pueblo palestino de una mirada revolucionaria del conflicto y de una matriz teórica significativamente distinta a la tradicional del mundo árabe.
Si bien se estableció un camino Genaro, unitario y compartido para encaminar la revolución, cada organización privilegió distintas formas de lucha mezclando las formas legales e ilegales de lucha con el objetivo legítimo de remecer al mundo y volver a poner al centro de la discusión mundial el problema Palestino que el mismo Occidente había creado al ceder ilegalmente la tierra de los palestinos a los inmigrantes sionistas venidos de todas partes del mundo.
Las acciones de ambos bandos le valieron a la OLP un protagonismo sin precedentes pero las distintas formas de lucha y las distintas visiones estratégicas generaron una dualidad en la matriz de pensamiento del pueblo palestino. Por un lado surgirían los revolucionarios enemigos de las monarquías y de los regímenes autoritarios y por otra los patriotas que trabajarían con los gobiernos reaccionarios para conseguir apoyo económico y una determinad cobertura política a nivel mundial.
Las clases dominantes sintieron de cerca el peligro y brindaron rápidamente su apoyo a los partidos conservadores al interior del pueblo palestino, representados principalmente por Al Fatah y trataron de acorralar a los grupos revolucionarios que una vez terminado su proceso de recomposición y consolidación comenzaron a desarrollar acciones cada vez más desestabilizadoras y potentes, sobretodo desde la frontera con Jordania, lo que hizo recrudecer el temor del Rey Hussein ante una posible invasión de Israel.
Los palestinos desarrollaron rápidamente su fuerza propia y desarollaron un sistema de protección y ayuda social para los refugiados que evidenció la falta de preocupación del Rey por su propio pueblo. Adquirieron, por lo mismo, al interior de Jordania, una tremenda influencia política que hizo temblar al Rey. La OLP se había convertido en un estado dentro de otro estado y sus redes de protección social y el funcionamiento relativamente más democrático de sus instituciones devino en un desprestigio del gobierno de Hussein el que movido por el temor a los conflictos internos y por el pánico a una nueva invasión israelí, tomo la decisión de sacar a los palestinos de Jordania por la fuerza, dando por iniciado un ciclo macabro de masacres en contra de los palestinos, esta vez realizadas por sus propios hermanos árabes.
Los sobrevivientes de la masacre se desplazaron hacia El Líbano en donde se repitió la historia una y otra vez, primero a amnos de los Sirios y luego a manos de los libaneses en coordinación con los israelíes.
Todas estas experiencias agudizaron las pugnas internas entre los palestinos partidarios de la vía institucional y aquellos que exigían de Arafat una posición más dura contra los gobiernos árabes y que percibían en el gobierno palestino, los mismos vicios de las monarquías y gobiernos autoritarios del mundo árabe.
[1] Salah Al Din fue el único lider árabe en tiempos de las cruzadas que logró unir y cohesionar tras de si a todos los árabes con el objetivo de rechazar los afanes expansionistas e imperiales del occidente medioeval sobre los lugares sagrados de las tres grandes religiones monoteístas.