Ahora bien, detrás de todos los argumentos hipócritas que se esgrimen para impedir que los jóvenes ingresen de manera masiva a las contiendas electorales en nuestro país, se esconde, sin duda, un temor profundo a la democracia. Ese mismo temor que ha llevado a la derecha a no modificar el sistema electoral binominal manteniendo la exclusión de grandes sectores de Chilenos que son contrarios al modelo; ese mismo temor que los lleva a negarse tajantemente a aceptar la posibilidad de realizar plebiscitos de carácter vinculante para decidir materias de interés nacional. El mismo temor, en definitiva, que los lleva a negarle el derecho a voto a los chilenos que viven aun en el exterior producto del exilio forzado al que fueron sometidos sus padres por la dictadura con la cual la derecha logró implantar el sistema económico que rige hasta hoy en nuestro país.
Ese temor, en todo caso, encuentra su justificación en la certeza absoluta que ellos mismos tienen acerca del rechazo que la mayoría de la ciudadanía siente para con el modelo que implantaron a sangre y fuego mediante la dictadura militar. De la misma manera, tienen la certeza del rechazo que generan muchas de las leyes que emanan de ese parlamento ilegítimo y antidemocrático, que no representa el sentir de la nación a la que se le ha conculcado, de la manera más elegante, su derecho a la autodeterminación.
Tienen la certeza de que si dejaran participar de manera abierta y vinculante a esa tremenda masa de chilenos representada por los jóvenes, los hijos del exilio, los representantes de los trabajadores y los que no creen en el modelo, no podrían, de ninguna manera, salvo mediante la realización de otro golpe de estado, detener los cambios que nuestra sociedad desea realizar y que día a día se van expresando con mayor fuerza y radicalidad en las calles de nuestras ciudades. Lamentablemente, ese temor se ve perfectamente complementado por una aversión total a la política por parte de los mismos jóvenes, que repiten, tal como lo decía Pinochet en sus mejores tiempos, que todos los políticos son iguales, que no existe nadie confiable y que si el voto sirviera para algo ya lo habrían prohibido.
Ellos, los mismos que cuando una ley que les afecta directamente llega al parlamento, salen a las calles a realizar protestas legítimas y a manifestarse en contra de dicha ley, prefieren no participar de las elecciones en que se eligen a los que hacen las leyes.
El gobierno hace lo suyo e intenta criminalizar de manera burda a los manifestantes que mientras sigue actuando y generando leyes a espaldas de la gente, para que luego estas sean aprobadas por los parlamentarios que, más que actuar como representantes de la gente ante el gobierno, actúan como representantes del gobierno ante sus electores, recibiendo órdenes de partido o del gobierno según sea el caso.
Lamentablemente, ese temor de la derecha, se complementa de manera perfecta con la actitud de aquellos jóvenes que no logran visualizar o que simplemente no comparten el hecho de que tan importante y legítimo como sus marchas y manifestaciones, para intentar detener las leyes que el gobierno trata de aprobar de espaldas a la ciudadanía, sería intentar definir quienes deben discutir y aprobar las mismas.
Lamentablemente, no han reparado aún que si los jóvenes participaran y fueran protagonistas del devenir nacional ocupando todas las formas legales de lucha, podrían definir cualquier elección. Es más, si se organizaran y conformaran un “partido de los jóvenes”, podrían elegir al próximo gobierno de Chile o al menos obligar a construir alianzas de gobierno a aquellos que quisieran hacerse del poder instalando sus intereses y necesidades en los programas de gobierno de manera tal que sus expectativas fueran consideradas de verdad.
Por dar solo un ejemplo de lo que la auto inhibición de los jóvenes de part5icipar en política, fomentada por los defensores del modelo, implica para la toma de decisiones, permítanme mencionar el caso de la comuna en donde soy candidato a Alcalde por el pacto Juntos Podemos Más; La comuna de Recoleta.
En ella, la población entre 18 y 34 años, todos nacidos y criados después del golpe de estado, representa casi el 30 % de la población comunal. Sin embargo su participación en el padrón electoral esta reducida a solo un 13,4 % mientras los mayores de 35 años, que representan solo el 45 % de la población comunal, representan nada más ni nada menos que el 87% del padrón electoral.
Así las cosas, los defensores del modelo se sienten felices de la poca participación de los jóvenes en la política y lamentablemente, mientras este escenario se mantenga y la juventud se siga restando de sus atribuciones esenciales y de sus derechos ciudadanos, seguirá siendo tratada, por los defensores y por los administradores del modelo, como una enfermedad que se pasa con los años y seguirán los jóvenes siendo los hermanos pobres de las políticas de estado, como lo son los mapuches, las personas con discapacidad, las minorías sexuales y otros géneros sociales de menor envergadura, con la única diferencia que los jóvenes, muy a pesar de los defensores del sistema, no son una minoría.