10.10.2007

LO QUE QUEDÓ DE LA AGENDA DESPUES DE LA TORMENTA

Durante los conflictos laborales que en el último tiempo se han sucedido en nuestro país nunca faltan aquellos que dicen compartir las demandas del mundo de los trabajadores pero no sus formas de lucha. Argumentan que si bien es necesario avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa, esto no debe hacerse mediante el uso de la fuerza y la violencia política.

Claro está que estas declaraciones siempre surgen al calor de los conflictos, cuando todos los medios de comunicación social, controlados por la derecha económica, se preocupan exclusivamente de difundir los costos económicos que para los grandes empresarios tienen los mismos y los “desmanes” que, según ellos, asustan a los trabajadores y trabajadoras y lesionan la confianza para continuar invirtiendo en al país, dañando de paso a la sociedad toda.


Tratan de intimidarnos con el paro de las inversiones para evitar el paro de los trabajadores y acusan de ello a los culpables de siempre, los comunistas, que según los representantes de los grandes empresarios, somos quienes estamos detrás de los conflictos, manipulando a los trabajadores e inventado problemas, de verdad, inexistentes.

Llama la atención que los mismos que hacen estas declaraciones critiquen al partido comunista por seguir creyendo en la existencia de la lucha de clases mientras se filtran las actas de sus reuniones secretas en la que llaman a detener el alza de las demandas de los trabajadores mediante la presión al gobierno para que utilice todo el rigor de la ley en contra de los desalmados que aspiran a tener una vida digna. En esas actas, sin embargo, se expresa más nítidamente que en ningún otro lugar, la existencia de una lucha de clases que algunas veces se da de forma abierta y dramática, cuando los avances de los trabajadores ponen en serio riesgo sus prebendas y privilegios, y otras veces, soterradamente cuando las leyes y la institucionalidad bastan para lograr mantener a raya a quienes luchan por un futuro mejor para sus hijos.

En estas etapas solo llaman a cumplir la ley y a no salirse del marco institucional mientras bloquean cualquier intento de cambio, manteniendo inalterados los enclaves autoritarios dejados por la dictadura y que según sus propias palabras “le han dado al país estabilidad y gobernabilidad”. Este sistema casi intocado, heredado de tiempos de dictadura, les ha significado poder seguir ganando plata a manos llenas mientras los trabajadores y sus familias se hunden cada vez más en la injusticia y la exclusión gracias a los sueldos de hambre que ellos mismos pagan y que resultan por sus efectos, más violentos que toda la violencia que pueda ejercer el mundo de los trabajadores en tiempos de conflictos.

Y no nos equivoquemos, que son los mismos que cuando los cambios legales se suceden de acuerdo a lo que dictan las mayorías y la correlación de fuerzas cambia, no dudan en llamar al golpe, arrojando monedas a los uniformados y vaticinando todo tipo de desastres que ellos mismos se preocupan de promover.

Para detener los conflictos, la administración de turno, presionada por los mismos empresarios, llama al dialogo, promete agendas laborales que fortalecen la posición negociadora de los trabajadores y presionan a sus lideres dentro del movimiento sindical para que no generen más olas a este gobierno que se dice socialista y que no ha perdido oportunidad de equivocarse, como si el verdadero objetivo de su gestión fuera entregarle el país en bandeja a la derecha más tradicional, esa que aun llora a Pinochet y defiende a los que con él mataron y robaron, y se prepara para gobernar cuando la alternancia en el poder le de todo el poder.

Luego de los conflictos, cuando pasa el tiempo y los trabajadores vuelven a su estado de desmovilización, mientras esperan que las promesas se cumplan, vuelven a aparecer las presiones soterradas, las declaraciones de chantaje económico y las amenazas de quitar la sal y el agua e impedir que el gobierno desarrolle su programa. En respuesta, se crean mesas de diálogo que no llegan a ninguna parte y que se toman todo el tiempo del mundo para llegar a lo mismo mientras se acaba el tiempo del gobierno ciudadano y este cae y sigue cayendo en las encuesta, en los afectos y en los niveles de respeto y adhesión.

Luego, por arte de magia, aparece en los diarios que La Moneda ordena al ministro del trabajo restringir la agenda laboral que había anunciado y dilatar las iniciativas legales para no enrarecer más el ambiente y tratar de acercar posiciones con los grandes empresarios y con los partidos de derecha que debido al sistema electoral, tiene la capacidad de bloquear en el congreso cualquier ley que refleje los intereses mayoritarios de la nación en contra de sus posiciones o las de sus representados.

Acto seguido sale el gobierno a desmentir la información diciendo que la agenda sigue intacta y que solo se han priorizado para este año las leyes que menos ruido provocan mientras los representantes de los grandes empresarios se alegran por la señal de tranquilidad que les envía el gobierno y se habla eufemísticamente de u Pacto Social que trata de esconder la realidad de que sin el consentimiento de la derecha, ningún cambio prosperará.

Tendremos que esperar otra ola de furia. Un par más de trabajadores asesinados por las fuerzas de orden y seguridad. Tendremos que esperar quizá 17 años más, que cuando se trata de una dictadura parecen muchos pero cuando se habla de los gobiernos de la concertación parecen poco y se insiste en la necesidad de dar mayor tiempo para mantener al país sobre la senda de lo que ellos llaman “la coalición de gobierno más exitosa de la historia de Chile”. Sin embargo, nadie duda ya de que en el próximo conflicto, que tardará menos en llegar y que será seguramente mucho más radical, debido a la acumulación de frustraciones, de rabia y de desesperanza, continuará por la senda de convencer a los trabajadores y trabajadoras que su lucha es justa y que solo con organización y unidad lograremos arrebatar a la clase dominante un poco de aquello que nos pertenece por ser fruto de nuestro trabajo, que es el único antecedente legitimo para la propiedad privada.

Mientras tanto, seguiremos viendo como el costo de la vida sube borrando de un plumazo los pingues logros de las negociaciones que recién terminan, los mismos de siempre volverán a estar al lado de los trabajadores y los mismos de siempre, luego de otro periodo de sendas ganancias volverán a criticar la violencia de los trabajadores sin reparar en la violencia cotidiana, sistemática y permanente que genera el hambre, la cesantía y la falta de oportunidades. Sin reparar en lo violento que resulta no tener un horizonte claro y diáfano para el cual vivir y trabajar.


Sin reparar, en definitiva, en el sistema que ellos tanto defienden y se empeñan en mantener a pesar de las duras críticas que le hacen en periodos eleccionarios como los que se avecinan, en donde todos, sin excepción son contrarios al modelo y claramente de oposición.

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