Este cuadro, pone una vez más de manifiesto lo infame que resulta el sistema electoral impuesto por la dictadura en nuestro país, que al no permitir que las mayorías y minorías sean fielmente representadas en la discusión, genera un equilibrio de fuerzas en donde el que pierde empata a costa de las minorías que carecen de representación y de las mayoría que se ven castigadas y obtiene, al mismo tiempo y de la mano de los quórum calificados y otras trabas que aun permanecen, un poder esencial de veto que obliga al gobierno a permanentes y suplicantes llamados a la democracia de los consensos y a los pactos en los que la mayoría debe someterse a implementar solo los cambios en los que la minoría esta de acuerdo.
Así se evidencia la síntesis casi perfecta de lo que se conoce en nuestro país como gobernabilidad democrática que no es más que la incapacidad de que las voluntades mayoritarias se expresen en su real magnitud quedando siempre a merced de aquellos que vociferan acerca del cambio pero cuidando siempre de que todo sigua igual.
Buscan así potenciar la tan anhelada alternancia en el poder que hace 16 años vienen esperando mientras se allanan a realizar solo los cambios para los cuales ellos dicen estar dispuestos, pero además exigen que se les trate con cariño y que se les diga al oído que se les quiere, para que ellos se sientan cómodos, haciendo realidad solo sus proyectos y sin ser denostados públicamente por defender los privilegios de las minorías.
Asi las cosas, vuelve a tener una vigencia fulminante aquella sentencia de Tomic que afirmaba que cuando se gobierna con la derecha, es la derecha la que gobierna y nos pone como país, una vez más, ante la necesaria transformación de fondo que nuestro sistema político requiere y que debe ir en la senda de lo que gran parte del continente viene haciendo al darse constituciones emanadas efectivamente de la voluntad popular y que representan sin tapujos ni dobles discursos el sentir mayoritario de la nación.
No hay que equivocarse. El consenso es el principal enemigo y la peor trampa para la democracia porque a través de él son las minorías las que se imponen sobre las mayorías para mantener sus privilegios, quitándole totalmente el contenido a la palabra democracia que a pesar de que muchos intenten deformarla con apellidos inciertos, sigue siendo el gobierno del pueblo, en el que las personas que la integran tienen la posibilidad de influir abiertamente y de manera legal sobre el proceso de toma de decisiones, cosa que en nuestro país, claramente no sucede.
Como si fuera poco creen legítimo que sean los mismos representantes los que deban discutir para modificar el sistema por el cual ellos son elegidos entrando en abierta contradicción con el deber de los representantes del pueblo de abstenerse de discutir y votar leyes en las cuales tienen intereses directos o indirectos.
Por lo mismo, más allá de los loables y válidos intentos de los comunistas por derrotar la exclusión abriendo cualquier puerta que sea posible abrir, jamás debemos perder de vista la necesidad de seguir luchando y trabajando para constituir a la brevedad posible una asamblea constituyente democrática y participativa, en donde estén representados todos los sectores políticos y sociales y de la cual emane una constitución que sea fiel reflejo del sentir de la nación en su conjunto para refundar Chile de cara al Siglo que recién comienza.
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