Hemos sido invitados hoy, a aportar, desde nuestras distintas experiencias y convicciones, a un debate que pretende ayudar a que el Congreso Nacional de Brasil pueda tomar la mejor decisión ante la disyuntiva de ratificar o rechazar el acuerdo de libre comercio con Israel, que se pretende aprobar en el marco del Mercosur. Hoy quiero exponer a ustedes algunas de las razones por las que muchos latinoamericanos de origen palestino creemos que este acuerdo debe ser rechazado.
Este debate se da por cierto, en un escenario en que, si bien ya no cabe hablar con la misma resignación de hace algunos años, del discurso único ni mucho menos del fin de la historia, aun no aparecen con absoluta nitidez, las alternativas de desarrollo que puedan oponerse al sobreideologizado núcleo de pensadores que insiste en que toda mayor cuota de libre comercio a nivel mundial y, por tanto, toda apertura de nuevos mercados es siempre positiva y por ende bienvenida, más allá de cualquier consideración ética o moral.
Debo reconocer que no comparto esa visión, pero hoy no vengo a discutir con ustedes de economía. Quiero hablar desde lo ético. Desde los principios y desde el significativo avance de la conciencia universal en torno al valor incuestionable que poseen hoy los derechos humanos individuales y colectivos, mucho más que desde lo meramente económico.
Debo reconocer que no comparto esa visión, pero hoy no vengo a discutir con ustedes de economía. Quiero hablar desde lo ético. Desde los principios y desde el significativo avance de la conciencia universal en torno al valor incuestionable que poseen hoy los derechos humanos individuales y colectivos, mucho más que desde lo meramente económico.
No puedo ocultar, sin embargo, mi desconfianza y mi rechazo a toda esa fraseología oficialista que hoy adormece las conciencias de muchos y muchas, e inmoviliza a no pocos de quienes alguna vez acostumbraron a guiar sus acciones por principios y valores universales, mucho más que por fines o por intereses exclusivamente económicos.
Quiero partir con una breve presentación ya que la única manera de ser objetivo al hablar es explicitando el lugar desde donde se habla. Soy chileno, de origen palestino, de militancia comunista y masón como, sin duda, deben serlo varios de los aquí presentes.
He conocido y presenciado, por tanto, desde todos mis lugares en el mundo contemporáneo, el de hijo de palestinos; el de chileno, el de comunista y el de masón, directa o indirectamente, la discriminación, el prejuicio, el exilio, la persecución, la cárcel, la tortura y las violaciones constantes y sistemáticas a todos los derechos humanos conocidos y por conocer. He sentido más de alguna vez la invisibilidad que sufren los que no están del lado de los vencedores. De aquellos que escriben la historia y determinan la realidad mediante el uso y el abuso del lenguaje que es capaz de construir realidades porque es la casa del ser.
He conocido también, indirectamente claro, la muerte, que se ha llevado a varios de mis seres queridos, de mis compañeros de ruta, de mis familiares y amigos. Se que la mayoría de ustedes sabe perfectamente de qué hablo. Por lo mismo, no quiero aburrirles narrando experiencias por todos conocidas.
Hoy quiero hablarles solo como un ciudadano común. Con respeto y humildad. Agradeciendo, desde ya a la Comisión de Relaciones Exteriores y Defensa Nacional del Congreso de Brasil, y muy especialmente al Diputado Marcondes Gandelha, por esta tribuna.
Hoy quiero hablarles como un latinoamericano que no ha perdido la memoria y que conoce por la propia experiencia, el verdadero significado de la falta de libertad, de democracia y del desprecio absoluto por el derecho internacional y por los derechos humanos; y lo dramático y difícil que es resulta soportar aquello en ausencia de una solidaridad internacional real y efectiva, debido a la culpa que muchos sienten hasta hoy por el Holocausto Nazi.
Todos sabemos y recordamos lo que vivió nuestro continente de la mano de algunas de las peores dictaduras que conoce la historia latinoamericana.
Extrañamente, todas ellas siempre encontraron en el estado de Israel un socio leal, siempre dispuesto a colaborar cuando de violar algún embargo de armas, reprimir o violar derechos humanos se trataba. Pero eso no es lo relevante. Afortunadamente, las dictaduras latinoamericanas, con todo su desprecio por la vida y por los derechos humanos ya son parte de nuestra historia, con la sola y dolorosa excepción de la Honduras de hoy.
Pero creo que junto a la reconstrucción de nuestras democracias, con la incipiente instalación de una cultura de los derechos humanos que crece y se convierte de a poco en mínimo común denominador del pensamiento contemporáneo, quizá la principal tarea pendiente de nuestras sociedades sea crear y fortalecer los mecanismos para velar por que situaciones como las que nos tocaron vivir, no vuelvan a ser parte del presente de nuestros pueblos, ni de ningún otro pueblo del mundo en ninguna parte, nunca más.
Lamentablemente, esto no pasa de ser un deseo de buena voluntad en un mundo en que aún existe tanta injusticia y tanta crueldad amparada en la mirada indiferente de la comunidad internacional.
Por lo mismo, hoy los quiero invitar a reflexionar acerca de lo que significaría en este preciso minuto, en el que Israel le da, una y otra vez, la espalda al proceso de paz, premiar a su gobierno con la apertura del mercado latinoamericano para los productos, bienes y servicios que se producen sobre el dolor, la expoliación, el sufrimiento y el exterminio del pueblo palestino.
Hoy los quiero invitar a reflexionar acerca de la señal que el Congreso Nacional de uno de los países más importantes de la Región está a punto de mandar al mundo entero, cuando se dispone a premiar con un acuerdo de libre comercio, a una potencia ocupante que ha demostrado a lo largo de toda su existencia, lo repito una vez más, un desprecio absoluto por el derecho y la comunidad internacional y por los derechos humanos individuales y colectivos del pueblo palestino.
Todos sabemos que la ocupación israelí causa a diario daños inmensos a la población palestina, matan inocentes, destruyen o confiscan sus tierras y sus casas; bombardean y demuelen su infraestructura básica; limitan o paralizan por completo su capacidad de movimiento. Miles de civiles no pueden encontrar trabajo, ir a la escuela o recibir tratamiento medico como resultado de esas acciones israelíes. Todo ello como parte de una política, incluso más amplia, de exterminio físico y político de todo un pueblo. Los premiaremos por ello?
Todos fuimos testigos de lo que fue el último bombardeo y la invasión a Gaza en donde murieron mas de 1500 civiles inocentes en poco menos de un mes, un tercio de ellos, menores de 18 años. Todos vimos como la infraestructura de salud, educación, agua potable y electricidad, de una de las zonas más densamente pobladas del mundo, fue destruida por completo, reduciendo a escombros las vidas cotidianas y los sueños de miles y miles de palestinos indefensos. Los premiaremos por ello?
Todos somos testigos de la nula voluntad de paz que Israel manifiesta, especialmente desde el último cambio de gobierno, cuando en contra de toda la legalidad y desoyendo los llamados de toda la comunidad internacional, le cierra la puerta a la solución de “dos estados” y continua con la construcción del muro del apartheid y con la expansión de los asentamientos ilegales en los territorios ocupados, mientras demuele las añosas casas de los palestinos en Jerusalen Oriental porque según ellos, no tienen permiso de construcción. Los premiaremos por ello también?
Claro, los palestinos, no tenemos la capacidad de desarrollar un lobby tan profesional y con tantos recursos como el Estado de Israel, pues estamos ocupados en resistir la más cruel y larga ocupación de la que la historia contemporánea tenga conocimiento.
Tampoco tenemos la capacidad de influir, mediante complejas maquinarias de desinformación, en la percepción que una parte importante de la población mundial posee, de una situación que es vista, todavía, a través del lente deformante del Holocausto Nazi, donde cualquier crítica o falta de solidaridad y comprensión para con el estado de Israel es vista como una continuación de las políticas del nazismo. haciendo invisible este nuevo holocausto que ahora el sionismo realiza contra el pueblo palestino.
O acaso el sionismo se ha convertido en una pandemia universal mucho más mortífera que cualquier otra conocida, una pandemia parecida a la esquizofrenia, que convierte a la ocupación en víctima y a la resistencia, en terrorismo, justificando todo el crimen y la crueldad que la ocupación trae consigo. Afortunadamente, la existencia, cada día mayor, de judíos antisionistas que se rebelan contra el Estado de Israel y su política, en el mundo entero, y que ayudan a revelar el verdadero carácter del sionismo, nos dice que aun hay esperanza.
Hoy quiero hacerles una pregunta que ruego, cada uno conteste en silencio con una mano en sus corazón. Cuanto tiempo más será el Holocausto, un cheque en blanco entregado a Israel para que cometa crímenes iguales o peores contra otro pueblo cuyo único delito es vivir en la tierra en la que ha vivido por los últimos tres mil o cuatro mil años? No ha sido ya suficiente sufrimiento el que el mundo le ha impuesto al pueblo palestino para tratar de lavar su conciencia frente al Holocausto Nazi?
Todos sabemos que el estado de Israel ha demostrado, hace ya más de 40 años un desprecio absoluto por el derecho internacional. Todos sabemos que es uno de los estados más condenados en el mundo por violaciones sistemáticas a todos los derechos humanos individuales y colectivos, conocidos y por conocer. Les vuelvo a preguntar. Los premiaremos por ello? Podrán mirar a sus hijos y nietos a los ojos con tranquilidad luego de hacerlo? Cual hubiera sido nuestra reacción como latinoamericanos si cuando sufríamos el peso de las dictaduras la comunidad internacional se hubiera lanzado a legitimarlas firmando acuerdos de libre comercio?
Castigaremos, acaso, a los palestinos por no tener amigos poderosos en el concierto internacional y por no lograr casi de ningún país, salvo honrosas excepciones, algo más que una declaración tibia que iguala al ocupante con toda su siembra de destrucción y muerte con la resistencia legítima que desarrolla el ocupado.
Y prevengo que cuando hablo de resistencia no solo me refiero a las acciones violentas que se desarrollan en el marco del legítimo derecho que lo pueblos tienen a la resistencia. También me refiero a esa resistencia que no tiene cobertura en los medios de comunicación de masas. A esa resistencia que se expresa en cada oportunidad que un palestino o una palestina vuelve a plantar un árbol que los israelíes han arrancado para ahogar la economía palestina mientras otros países otorgan facilidades y premian a la economía israelí.
Me refiero a la resistencia que se expresa en todos aquellos palestinos y palestinas jóvenes que bajo tribulaciones diarias insoportables, que duran ya más que la vida entera de muchos de los presentes hoy aquí, asisten a clases a los colegios y a las universidades, confiados en un futuro que solo ven en lo más profundo de sus propios sueños, debido a la ocupación israelí, mientras universidades de todo el mundo desarrollan acuerdos de cooperación con las universidades del ocupante.
Me refiero a la resistencia de aquellas mujeres palestinas que a pesar de la ocupación y de los asesinatos cotidianos de sus hijos y nietos, siguen trayendo hijos al mundo porque confían en que más temprano que tarde, alguien que se mueva por principios y no por intereses decidirá finalmente presionar y aislar a Israel hasta que no se someta a la legalidad y el derecho internacional.
Castigaremos a los palestinos por resistir la ocupación dándole más recursos para muros infames, puntos de control, asentamientos ilegales, balas y bombas a la potencia ocupante.
Yo simplemente les pido que reflexionen una vez más antes de votar y los llamo, hoy más que nunca, a dar una verdadera oportunidad a la paz, enviando la señal correcta al mundo entero, a Israel y a los palestinos, porque me asiste la convicción más absoluta de que la arrogancia y la furia suicida con que Israel trata a los palestinos, esa negativa tajante, incluso a verlos y considerarlos como seres humanos iguales, no conseguirá resultado alguno salvo más sufrimiento y odio.
Por lo mismo, no puede contar con ningún tipo de premio ni apoyo. No puede contar, desde mi respetuosa visión de mundo, ni con reconocimiento activo ni pasivo, directo o indirecto de ningún hombre o mujer, de ningún país, que de verdad desee avanzar hacia una paz justa y duradera.
Por el bien de la humanidad toda los llamo a ir más allá de la resignación y a continuar articulando, desde todas partes el mundo un menaje inequívoco y claro en contra de la injusticia y a favor de la paz y el reconocimiento de los derechos humanos individuales y colectivos de todos y todas, incluidos nosotros... los palestinos.
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