Muchos se jactan por estos días de que nuestro país presente las cifras más bajas de desempleo en la última década, como tratando de generar alegría entre la población en torno a la supuesta recuperación de los niveles de empleo previos a la llamada crisis asiática de 1997.
Sin embargo, al develar y analizar en detalle la forma en cómo se realizan las encuestas y los indicadores con los que se mide el empleo hoy en nuestro país, la realidad parece no ser tan maravillosa como nos la quieren presentar.
Quizá sea necesario recordar que el trabajo es la forma de realización de la especie humana, porque es a través del trabajo, es decir, de todo aquel intercambio de materia y energía que hace con su entorno, que la misma logra satisfacer sus necesidades y reproducir su existencia. Es importante por lo mismo destacar que quien no posee trabajo, está privado, finalmente, de satisfacer sus necesidades y las de sus seres queridos; y por ende, incapacitado para reproducir su existencia y la de sus familias.
Visto así, el problema del desempleo adquiere una dimensión que difícilmente podrán expresar las cuentas alegres que tanto difunde el gobierno de Bachelet por estos días. Sobretodo, si transparentamos la forma en cómo se mide la variable del desempleo en la encuesta del INE y que explica fácilmente la gran diferencia, por ejemplo, que esta presenta permanentemente con los estudios de desempleo de la Universidad de Chile, que salvo en períodos muy excepcionales presenta siempre, al menos, un par de puntos o más de desempleo que la encuesta referida.
De hecho, en el cuestionario aplicado por el INE, cuando se pregunta a las personas por su actividad durante la semana anterior a la encuesta, basta con que aquellas declaren haber trabajado una hora para que sean consideradas ocupadas. Esto, que más parece un chiste que una medición del desempleo, claramente no se condice con la realidad de las familias chilenas y así lo entiende el cuestionario de la Universidad de Chile en donde una persona que declara lo mismo, aparece como desocupada. A menos que alguien en el Instituto Nacional de Estadísticas dependiente del gobierno, piense que se pueden satisfacer las necesidades de una familia y por ende reproducir dignamente su existencia con solo una hora de trabajo semanal, considerando además los bajísimos sueldos que se pagan en nuestro país a los trabajadores poco calificados o sin calificación.
Por esto es que pocos son los que prefieren ingresar a los detalles de estas prometedoras cifras, pues para la mayoría de los partidarios y funcionarios del gobierno de turno es preferible quedarse con la impresión de una mejora significativa de este indicador tan relevante para la calidad de vida de la especie humana antes que enturbiar con detalles la mirada elitista que algunos defensores del modelo pretenden alimentar acerca del desempeño económico de Chile. Incluso algunos han llegado a plantear que de seguir con este ritmo de “generación de empleo” llegaríamos al 2008 con cifras que se asocian con el pleno empleo.
Ahora bien, sin duda que este manejo comunicacional guarda una estrecha relación con la posición que han adoptado los gobiernos de la concertación frente al tema del desempleo y de paso, echa por el suelo las promesas repetidas hasta el cansancio acerca del bienestar general que genera la libre competencia y la apertura a los mercados globales para la sociedad.
Se deduce de lo primero, que los gobiernos de la concertación han optado por darse por satisfechos con el sub empleo y han preferido seguir ahorrando los excedentes generados por el precio del cobre y que hoy han generado una de las balanzas comerciales positivas más abultadas de nuestra historia, mientras casi un millón de chilenos no encuentra trabajo o tiene un trabajo que claramente no le permite satisfacer sus necesidades y las de los suyos y débilmente logran reproducir su existencia.
Esto resulta más patético si analizamos las suculentas utilidades que sectores terciarios y específicamente la banca han alcanzado durante los mismos periodos a costa de los intereses usureros que cobran a los pequeños y medianos empresarios que trabajan sin cesar y generan casi el 75 % del trabajo en nuestro país pero que tienen pocas posibilidades de salir del circulo de sus deudas ya que trabajan fundamentalmente para aumentar las ganancias del sector financiero. De la misma manera las grandes empresas nacionales y transnacionales siguen arrasando con los recursos naturales y servicios ambientales de nuestra tierra, descapitalizando de manera vertiginosa a nuestro país y sobre todo a las generaciones del futuro, sin siquiera pagar un royalty decente por su apropiación.
Con respecto a lo segundo, y tomando en consideración que son precisamente los países que han optado por detener el avance que por décadas tuvo el neoliberalismo en nuestra región, como Cuba, Venezuela, Bolivia y Argentina los que presentan hoy las cifras de mayor crecimiento económico y los menores índices de desempleo en la región, resulta evidente que no es tan cierto eso de que la iniciativa privada es y debe ser el motor de la economía ya que en nuestro país, en donde el neoliberalismo no ha tenido ningún obstáculo para desarrollarse a voluntad durante ya más de 30 años, no ha logrado pasar a la segunda fase exportadora tantas veces prometida y mucho menos ha logrado mantener niveles de crecimiento económico que según ellos lograrían llevar los beneficios del modelo a las grandes mayorías.
Eso sin contar los precios históricos que han tenido de sus materias primas y con niveles de estabilidad política y gobernabilidad que todos admiran y pocos pueden emular.
Así las cosas, si las grandes empresas privadas no logran ser el motor de la economía y a pesar de las suculentas ganancias que logran obtener cada año, incluso en aquellos que para el resto son de crisis y nunca llega el momento de repartir y generar igualdad habrá que volver a buscar alternativas entre nuevos y viejos caminos, repensando y reevaluando el rol que al estado debe corresponder en la formación de una sociedad más justa y más humana para todos y todas.
Y sobre todo habrá que comenzar a mirar cada vez con más desconfianza aquellas encuestas que provienen desde los defensores del modelo para convencernos de aquello que no logra sostenerse sin una manipulación grotesca de por medio ya que como muchos plantean, las estadísticas sirven, muchas veces, para mentir con clase y elegancia cuando no se tienen argumentos y la verdad comienza a incomodar.
Sin embargo, al develar y analizar en detalle la forma en cómo se realizan las encuestas y los indicadores con los que se mide el empleo hoy en nuestro país, la realidad parece no ser tan maravillosa como nos la quieren presentar.
Quizá sea necesario recordar que el trabajo es la forma de realización de la especie humana, porque es a través del trabajo, es decir, de todo aquel intercambio de materia y energía que hace con su entorno, que la misma logra satisfacer sus necesidades y reproducir su existencia. Es importante por lo mismo destacar que quien no posee trabajo, está privado, finalmente, de satisfacer sus necesidades y las de sus seres queridos; y por ende, incapacitado para reproducir su existencia y la de sus familias.
Visto así, el problema del desempleo adquiere una dimensión que difícilmente podrán expresar las cuentas alegres que tanto difunde el gobierno de Bachelet por estos días. Sobretodo, si transparentamos la forma en cómo se mide la variable del desempleo en la encuesta del INE y que explica fácilmente la gran diferencia, por ejemplo, que esta presenta permanentemente con los estudios de desempleo de la Universidad de Chile, que salvo en períodos muy excepcionales presenta siempre, al menos, un par de puntos o más de desempleo que la encuesta referida.
De hecho, en el cuestionario aplicado por el INE, cuando se pregunta a las personas por su actividad durante la semana anterior a la encuesta, basta con que aquellas declaren haber trabajado una hora para que sean consideradas ocupadas. Esto, que más parece un chiste que una medición del desempleo, claramente no se condice con la realidad de las familias chilenas y así lo entiende el cuestionario de la Universidad de Chile en donde una persona que declara lo mismo, aparece como desocupada. A menos que alguien en el Instituto Nacional de Estadísticas dependiente del gobierno, piense que se pueden satisfacer las necesidades de una familia y por ende reproducir dignamente su existencia con solo una hora de trabajo semanal, considerando además los bajísimos sueldos que se pagan en nuestro país a los trabajadores poco calificados o sin calificación.
Por esto es que pocos son los que prefieren ingresar a los detalles de estas prometedoras cifras, pues para la mayoría de los partidarios y funcionarios del gobierno de turno es preferible quedarse con la impresión de una mejora significativa de este indicador tan relevante para la calidad de vida de la especie humana antes que enturbiar con detalles la mirada elitista que algunos defensores del modelo pretenden alimentar acerca del desempeño económico de Chile. Incluso algunos han llegado a plantear que de seguir con este ritmo de “generación de empleo” llegaríamos al 2008 con cifras que se asocian con el pleno empleo.
Ahora bien, sin duda que este manejo comunicacional guarda una estrecha relación con la posición que han adoptado los gobiernos de la concertación frente al tema del desempleo y de paso, echa por el suelo las promesas repetidas hasta el cansancio acerca del bienestar general que genera la libre competencia y la apertura a los mercados globales para la sociedad.
Se deduce de lo primero, que los gobiernos de la concertación han optado por darse por satisfechos con el sub empleo y han preferido seguir ahorrando los excedentes generados por el precio del cobre y que hoy han generado una de las balanzas comerciales positivas más abultadas de nuestra historia, mientras casi un millón de chilenos no encuentra trabajo o tiene un trabajo que claramente no le permite satisfacer sus necesidades y las de los suyos y débilmente logran reproducir su existencia.
Esto resulta más patético si analizamos las suculentas utilidades que sectores terciarios y específicamente la banca han alcanzado durante los mismos periodos a costa de los intereses usureros que cobran a los pequeños y medianos empresarios que trabajan sin cesar y generan casi el 75 % del trabajo en nuestro país pero que tienen pocas posibilidades de salir del circulo de sus deudas ya que trabajan fundamentalmente para aumentar las ganancias del sector financiero. De la misma manera las grandes empresas nacionales y transnacionales siguen arrasando con los recursos naturales y servicios ambientales de nuestra tierra, descapitalizando de manera vertiginosa a nuestro país y sobre todo a las generaciones del futuro, sin siquiera pagar un royalty decente por su apropiación.
Con respecto a lo segundo, y tomando en consideración que son precisamente los países que han optado por detener el avance que por décadas tuvo el neoliberalismo en nuestra región, como Cuba, Venezuela, Bolivia y Argentina los que presentan hoy las cifras de mayor crecimiento económico y los menores índices de desempleo en la región, resulta evidente que no es tan cierto eso de que la iniciativa privada es y debe ser el motor de la economía ya que en nuestro país, en donde el neoliberalismo no ha tenido ningún obstáculo para desarrollarse a voluntad durante ya más de 30 años, no ha logrado pasar a la segunda fase exportadora tantas veces prometida y mucho menos ha logrado mantener niveles de crecimiento económico que según ellos lograrían llevar los beneficios del modelo a las grandes mayorías.
Eso sin contar los precios históricos que han tenido de sus materias primas y con niveles de estabilidad política y gobernabilidad que todos admiran y pocos pueden emular.
Así las cosas, si las grandes empresas privadas no logran ser el motor de la economía y a pesar de las suculentas ganancias que logran obtener cada año, incluso en aquellos que para el resto son de crisis y nunca llega el momento de repartir y generar igualdad habrá que volver a buscar alternativas entre nuevos y viejos caminos, repensando y reevaluando el rol que al estado debe corresponder en la formación de una sociedad más justa y más humana para todos y todas.
Y sobre todo habrá que comenzar a mirar cada vez con más desconfianza aquellas encuestas que provienen desde los defensores del modelo para convencernos de aquello que no logra sostenerse sin una manipulación grotesca de por medio ya que como muchos plantean, las estadísticas sirven, muchas veces, para mentir con clase y elegancia cuando no se tienen argumentos y la verdad comienza a incomodar.
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