Con sorpresa he leído las opiniones y los juicios del candidato presidencial de la derecha con respecto a que la delincuencia se está transformando en un factor de desigualdad social. Si la hipocresía fuera delito cuántos políticos estarían hoy tras las rejas.
Sería bueno recordar que esto se debe principalmente a la segregación creciente que existe en las ciudades chilenas producto de la Política de Desarrollo Urbano de la dictadura, contenida en los documentos del MINVU del año 1978, uno de cuyos objetivos era la conformación de barrios homogéneos en donde los pobres coexistieran con los pobres y los ricos con los ricos. En esa época en que los militares compartían el poder con los protagonistas del lavinismo de hoy se desarrollaron sendas operaciones de erradicación y radicación de campamentos que generaron bolsones de pobreza en donde los problemas se concentraban, se multiplicaban y reproducían.
Esto ha devenido en una ciudad dicotómica en donde coexisten, sin tocarse, el derroche y la escasez, la salud y la enfermedad, el ocio y la superexplotación o la cesantía, etc. Primero fueron las erradicaciones forzosas de la dictadura, luego las políticas de viviendas periféricas de la concertación para lograr las viviendas sociales más baratas del mundo, destruyendo las redes sociales de cooperación e interrelación entre las distintas capas de la población.
De ahí que se haya revertido el proceso integrador de toda la sociedad chilena, que llegó a su punto más emblemático con la construcción de la Villa san Luis en medio de la comuna de Las Condes.
Hoy ese ejemplo de voluntad de integradora ha sido reemplazado por negocios inmobiliarios de indiscutible plusvalía y hemos alejado a las capas populares a una periferia cada vez más lejana, que en épocas de crisis se llevan la peor parte al combinarse la falta de acceso a bienes y servicios básicos de calidad con los índices de cesantía que nuestro país ya conoce.
No hay que dejarse engañar por los discursos de quienes pretenden imponer el miedo como el poder detrás del poder logrando que la sociedad en su conjunto se encierre tras sus casa, debemos recuperar los espacios públicos y apropiarnos de los espacios que antes nos fueron vedados. La delincuencia no es producto de la maldad, es producto de la falta de oportunidades, de la falta de trabajo digno, de la magra redistribución de la riqueza y de la falta de movilidad social producto del nulo compromiso del estado con la educación, la salud, la vivienda digna y el trabajo como derechos fundamentales de nuestro pueblo.
No vaya a pensar la gente que puede venir el remedio desde donde vino la enfermedad y vuelva a botar por los ideólogos de la dictadura que se aprestan a volver en gloria y majestad, ni por quienes han continuado durante más de una década profundizando el modelo económico de la dictadura..
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