Durante los últimos días hemos asistido a una discusión en que muchos actores han salido a entregar opinión acerca de si Chile debe votar por Venezuela o por Guatemala para ocupar el cupo latinoamericano en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Sin embargo, lo más impresionante ha sido el tono de la misma que ha girado en torno a los sentimientos de simpatía o rechazo que provoca el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, sin que nadie haya puesto al centro de la discusión, los objetivos y las atribuciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, como para intentar saber, efectivamente, que es lo mejor, no solo para Chile, sino que para el mundo entero.
Conforme a la Carta de las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad tiene la responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales. Está integrado por 15 miembros, cinco de los cuales son permanentes (China, los Estados Unidos, la Federación de Rusia, Francia y Reino Unido) mientras los diez restantes son elegidos por la Asamblea General por un período de dos años. El periodo de los miembros no permanentes concluye el 31 de diciembre del año indicado en el paréntesis correspondiente a cada uno de ellos. De estos 15 miembros, los cinco permanentes, que son como los países de primera categoría mundial, titulo nobiliario obtenido a partir de su triunfo en la segunda guerra mundial y del reparto de zonas de influencia que del mismo emanó, poseen derecho a veto, es decir, poseen la facultad de bloquear una decisión del Consejo aunque esta sea mayoritaria. Dicho de otro modo, son quienes dicen lo que se puede y no se puede hacer bajo el alero de las Naciones Unidas.
De acuerdo con la Carta todos los Miembros de las Naciones Unidas convienen en aceptar y cumplir las decisiones del Consejo de Seguridad. Éste es el único órgano de las Naciones Unidas cuyas decisiones son de obligado cumplimiento por los Estados Miembros, salvo destacadas excepciones, como Israel y otros aliados norteamericanos que no están obligados a cumplir ninguna resolución aun si esta fuera de consenso. Los demás órganos de Naciones Unidas solo hacen recomendaciones.
Cuando existe una amenaza contra la paz, la primera medida del Consejo suele ser la de recomendar a las partes que traten de llegar a un acuerdo pacífico. En algunos casos, el propio Consejo procede a la investigación y a la mediación. Cuando una controversia conduce a la lucha armada, la preocupación primordial del Consejo es ponerle fin lo más pronto posible. En muchas ocasiones el Consejo ha dictado directivas de cesación del fuego que han impedido la extensión de hostilidades. En otras, por la responsabilidad de alguno de los miembros permanentes que ejerce su derecho a veto o que derechamente ampara el uso desproporcionado de la fuerza y las violaciones constantes a los DDHH, se ha demorado tanto en resolver que se ha convertido en cómplice mediante su inmovilidad de masacres de poblaciones enteras y de bombardeos humanitarios, como les llaman los norteamericanos.
El Consejo también envía fuerzas de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz a las regiones donde hay disturbios y puede decidir sobre el uso de las Fuerzas Multinacionales de Paz. Conforme al Capítulo VII de la Carta, que le permite adoptar medidas coercitivas, sanciones económicas o acciones militares colectivas, en contra de países que no cumplan sus resoluciones.
En este contexto, resulta evidente que no cualquier país otorga garantías de colaborar con los objetivos y las atribuciones que el Consejo tiene y que en este caso cualquier país que subordine su política exterior a la política exterior norteamericana representa hoy por hoy una amenaza real para todo el planeta. Esto, debido a que desde la caída de la URSS, Estados Unidos y sus aliados incondicionales, han dado muestra más que elocuentes de su desprecio absoluto por el multilateralismo y han evidenciado el doble estándar frente a temas tan relevantes como el respeto a los derechos humanos, la democracia, las armas de destrucción masiva y el derecho internacional. De la misma manera, han demostrado que no trepidarán en mentir y en engañar a sus pueblos y al mundo entero por llevar adelante sus políticas de dominación y hegemonía mundial sobre los pueblos y los recursos naturales del planeta.
De más está recordar las mentiras para invadir Irak y las consecuencias que ellas han tenido para los iraquíes que hasta el día de hoy no conocen la democracia y siguen ocupados por una potencia extranjera que decide por ellos cómo guiar sus asuntos. De más está recordar, las violaciones a los derechos humanos y las restricciones a las garantías constitucionales que han llevado por toda la faz de la tierra con la excusa de su Ulva Universal Contra el terrorismo. De más está recordar el apoyo que EEUU otorga a monarquía absolutas del mundo árabe, solo porque estas se subordinan a sus intereses económicos. Para qué hablar del apoyo irrestricto a Israel y a su política de exterminio físico y político del pueblo palestino y del boicot que EEUU ha desarrollado en contra del gobierno palestino dirigido por Hammas una vez que esta agrupación política ganar las elecciones democráticas que los mismos norteamericanos le impusieron a los palestinos.
Resulta evidente que ante este escenario, votar por un país como Guatemala, cuya subordinación y compromiso económico con EEUU es por todos conocida, representa un golpe a la posibilidad de que el Consejo de Seguridad cumpla sus objetivos y utilice sus atribuciones en beneficio de la humanidad toda y no en beneficio de los intereses particulares de alguno de sus miembros en particular.
Por lo mismo, el mundo necesita la presencia en el Consejo de Seguridad de países que contribuyan a que dicha instancia sea reflejo del sentir mayoritario de la humanidad en su conjunto mediante la adecuada representación de todas las sensibilidades, culturas y visiones de mundo que coexisten en el planeta. De la misma manera, el mundo necesita de la presencia en el Consejo de seguridad de países dispuestos a enfrentar el terrorismo de Estado Norteamericano, su prepotencia y sus afanes hegemónicos. Necesitamos países que fortalezcan la posibilidad de unir a la comunidad internacional tras el respeto al derecho internacional, a la diversidad y a los caminos propios de cualquier pueblo que desee desarrollar una búsqueda original o no hacia su propio bienestar.
En este contexto, resulta evidente también que la Venezuela de Chávez representa mucho más la posibilidad de un Consejo de Seguridad equilibrado y en donde a los discursos acerca de los ejes del mal y los enviados divinos para salvar al mundo, se le opongan los discursos acerca de la presencia del diablo y de los intereses nefastos. Llama la atención que a algunos actores les molesten los discursos de Chávez y nunca les hayan molestado ni hayan levantado la voz para atacar los discursos de Bush, que sin duda, son más ofensivos y peligrosos que los de cualquier presidente del planeta.
Ha sido tan hipócrita la discusión que hemos escuchado incluso a la DC hablando de que no se puede votar por Venezuela porque es un país que busca injerir en los asuntos internos de otros países como si los chilenos hubiésemos olvidado el rol que jugó la DC, y particularmente Gutemberg Martínez en el intento de Golpe de Estado contra el presidente Chávez en el 2002 o como si el país hubiera olvidado las platas que la DC recibía del gobierno de EEUU para sus campañas políticas en la década del 60 y de cómo conspiró con gobiernos extranjeros para derrocar al presidente Allende.
Ha sido tan hipócrita la discusión, que los mismos chilenos que en otro tiempo conspiraron y se aliaron con EEUU para derrocar a un presidente democráticamente elegido hoy critican la solidaridad y las declaraciones de Chávez y las tildan de injerencia en asuntos internos. Destacable es en este sentido las palabras descalificatorias que ha tenido el presidente del PPD, Sergio Bitar, para con el presidente Chávez cuando fue uno de los primeros chilenos en salir a defender y legitimar al golpista de Carmona en el intento de Golpe de Estado en Venezuela en Abril del 2002.
Por último, quisiera plantear que Chile debe votar, sin titubear por la Venezuela de Chávez, dando una clara señal de su opción por la integración latinoamericana con independencia de Washington, debe además resistir las presiones norteamericanas que han intentado infantilizar a nuestro gobierno queriendo orientarlo como quien orienta a un niño. Debe por último votar por un país que asegure una posición, en el tema de la Reforma de NNUU, que vaya a fortalecer la democracia y el multilateralismo, que tienda a eliminar el derecho a veto de los miembros permanentes y que sea capaz de enjuiciar el doble estándar y la hipocresía de las potencias mayores que toman a la ONU solo como una caja de resonancia de sus intereses y afanes hegemónicos.
Si queremos combatir el doble estándar; si queremos una mayor rapidez para detener las acciones de los estado terroristas, incluido EEUU, si queremos mayor coherencia con respecto al tema de las armas de destrucción masiva; en fin si queremos un Consejo que sa un poco más de todos, Chile debe votar por Venezuela y contra cualquier candidato de EEUU.
Conforme a la Carta de las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad tiene la responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales. Está integrado por 15 miembros, cinco de los cuales son permanentes (China, los Estados Unidos, la Federación de Rusia, Francia y Reino Unido) mientras los diez restantes son elegidos por la Asamblea General por un período de dos años. El periodo de los miembros no permanentes concluye el 31 de diciembre del año indicado en el paréntesis correspondiente a cada uno de ellos. De estos 15 miembros, los cinco permanentes, que son como los países de primera categoría mundial, titulo nobiliario obtenido a partir de su triunfo en la segunda guerra mundial y del reparto de zonas de influencia que del mismo emanó, poseen derecho a veto, es decir, poseen la facultad de bloquear una decisión del Consejo aunque esta sea mayoritaria. Dicho de otro modo, son quienes dicen lo que se puede y no se puede hacer bajo el alero de las Naciones Unidas.
De acuerdo con la Carta todos los Miembros de las Naciones Unidas convienen en aceptar y cumplir las decisiones del Consejo de Seguridad. Éste es el único órgano de las Naciones Unidas cuyas decisiones son de obligado cumplimiento por los Estados Miembros, salvo destacadas excepciones, como Israel y otros aliados norteamericanos que no están obligados a cumplir ninguna resolución aun si esta fuera de consenso. Los demás órganos de Naciones Unidas solo hacen recomendaciones.
Cuando existe una amenaza contra la paz, la primera medida del Consejo suele ser la de recomendar a las partes que traten de llegar a un acuerdo pacífico. En algunos casos, el propio Consejo procede a la investigación y a la mediación. Cuando una controversia conduce a la lucha armada, la preocupación primordial del Consejo es ponerle fin lo más pronto posible. En muchas ocasiones el Consejo ha dictado directivas de cesación del fuego que han impedido la extensión de hostilidades. En otras, por la responsabilidad de alguno de los miembros permanentes que ejerce su derecho a veto o que derechamente ampara el uso desproporcionado de la fuerza y las violaciones constantes a los DDHH, se ha demorado tanto en resolver que se ha convertido en cómplice mediante su inmovilidad de masacres de poblaciones enteras y de bombardeos humanitarios, como les llaman los norteamericanos.
El Consejo también envía fuerzas de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz a las regiones donde hay disturbios y puede decidir sobre el uso de las Fuerzas Multinacionales de Paz. Conforme al Capítulo VII de la Carta, que le permite adoptar medidas coercitivas, sanciones económicas o acciones militares colectivas, en contra de países que no cumplan sus resoluciones.
En este contexto, resulta evidente que no cualquier país otorga garantías de colaborar con los objetivos y las atribuciones que el Consejo tiene y que en este caso cualquier país que subordine su política exterior a la política exterior norteamericana representa hoy por hoy una amenaza real para todo el planeta. Esto, debido a que desde la caída de la URSS, Estados Unidos y sus aliados incondicionales, han dado muestra más que elocuentes de su desprecio absoluto por el multilateralismo y han evidenciado el doble estándar frente a temas tan relevantes como el respeto a los derechos humanos, la democracia, las armas de destrucción masiva y el derecho internacional. De la misma manera, han demostrado que no trepidarán en mentir y en engañar a sus pueblos y al mundo entero por llevar adelante sus políticas de dominación y hegemonía mundial sobre los pueblos y los recursos naturales del planeta.
De más está recordar las mentiras para invadir Irak y las consecuencias que ellas han tenido para los iraquíes que hasta el día de hoy no conocen la democracia y siguen ocupados por una potencia extranjera que decide por ellos cómo guiar sus asuntos. De más está recordar, las violaciones a los derechos humanos y las restricciones a las garantías constitucionales que han llevado por toda la faz de la tierra con la excusa de su Ulva Universal Contra el terrorismo. De más está recordar el apoyo que EEUU otorga a monarquía absolutas del mundo árabe, solo porque estas se subordinan a sus intereses económicos. Para qué hablar del apoyo irrestricto a Israel y a su política de exterminio físico y político del pueblo palestino y del boicot que EEUU ha desarrollado en contra del gobierno palestino dirigido por Hammas una vez que esta agrupación política ganar las elecciones democráticas que los mismos norteamericanos le impusieron a los palestinos.
Resulta evidente que ante este escenario, votar por un país como Guatemala, cuya subordinación y compromiso económico con EEUU es por todos conocida, representa un golpe a la posibilidad de que el Consejo de Seguridad cumpla sus objetivos y utilice sus atribuciones en beneficio de la humanidad toda y no en beneficio de los intereses particulares de alguno de sus miembros en particular.
Por lo mismo, el mundo necesita la presencia en el Consejo de Seguridad de países que contribuyan a que dicha instancia sea reflejo del sentir mayoritario de la humanidad en su conjunto mediante la adecuada representación de todas las sensibilidades, culturas y visiones de mundo que coexisten en el planeta. De la misma manera, el mundo necesita de la presencia en el Consejo de seguridad de países dispuestos a enfrentar el terrorismo de Estado Norteamericano, su prepotencia y sus afanes hegemónicos. Necesitamos países que fortalezcan la posibilidad de unir a la comunidad internacional tras el respeto al derecho internacional, a la diversidad y a los caminos propios de cualquier pueblo que desee desarrollar una búsqueda original o no hacia su propio bienestar.
En este contexto, resulta evidente también que la Venezuela de Chávez representa mucho más la posibilidad de un Consejo de Seguridad equilibrado y en donde a los discursos acerca de los ejes del mal y los enviados divinos para salvar al mundo, se le opongan los discursos acerca de la presencia del diablo y de los intereses nefastos. Llama la atención que a algunos actores les molesten los discursos de Chávez y nunca les hayan molestado ni hayan levantado la voz para atacar los discursos de Bush, que sin duda, son más ofensivos y peligrosos que los de cualquier presidente del planeta.
Ha sido tan hipócrita la discusión que hemos escuchado incluso a la DC hablando de que no se puede votar por Venezuela porque es un país que busca injerir en los asuntos internos de otros países como si los chilenos hubiésemos olvidado el rol que jugó la DC, y particularmente Gutemberg Martínez en el intento de Golpe de Estado contra el presidente Chávez en el 2002 o como si el país hubiera olvidado las platas que la DC recibía del gobierno de EEUU para sus campañas políticas en la década del 60 y de cómo conspiró con gobiernos extranjeros para derrocar al presidente Allende.
Ha sido tan hipócrita la discusión, que los mismos chilenos que en otro tiempo conspiraron y se aliaron con EEUU para derrocar a un presidente democráticamente elegido hoy critican la solidaridad y las declaraciones de Chávez y las tildan de injerencia en asuntos internos. Destacable es en este sentido las palabras descalificatorias que ha tenido el presidente del PPD, Sergio Bitar, para con el presidente Chávez cuando fue uno de los primeros chilenos en salir a defender y legitimar al golpista de Carmona en el intento de Golpe de Estado en Venezuela en Abril del 2002.
Por último, quisiera plantear que Chile debe votar, sin titubear por la Venezuela de Chávez, dando una clara señal de su opción por la integración latinoamericana con independencia de Washington, debe además resistir las presiones norteamericanas que han intentado infantilizar a nuestro gobierno queriendo orientarlo como quien orienta a un niño. Debe por último votar por un país que asegure una posición, en el tema de la Reforma de NNUU, que vaya a fortalecer la democracia y el multilateralismo, que tienda a eliminar el derecho a veto de los miembros permanentes y que sea capaz de enjuiciar el doble estándar y la hipocresía de las potencias mayores que toman a la ONU solo como una caja de resonancia de sus intereses y afanes hegemónicos.
Si queremos combatir el doble estándar; si queremos una mayor rapidez para detener las acciones de los estado terroristas, incluido EEUU, si queremos mayor coherencia con respecto al tema de las armas de destrucción masiva; en fin si queremos un Consejo que sa un poco más de todos, Chile debe votar por Venezuela y contra cualquier candidato de EEUU.