1.31.2008

¿UN NUEVO HOLOCAUSTO?

El 26 de Octubre de 2005, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la designación del 27 de enero de cada año como el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto.

En la misma resolución, la ONU, recomienda la elaboración de programas para la educación de las futuras generaciones sobre las lecciones de este genocidio y explícitamente rechaza cualquier intento de refutar la historicidad de aquella dramática y negra página de la, cada día más negra, historia de la humanidad.

Los estados que aprobaron dicha resolución aprovecharon la oportunidad para condenar “sin reservas” todas las manifestaciones en contra de personas o comunidades sobre la base de sus orígenes étnicos o sus creencias. Lo increíble, sin embargo, es que hayan tenido que pasar 60 años para que las Naciones Unidas tomaran una medida que era indispensable desde el mismo día y año de cometidos los crímenes contra la humanidad a los que se refiere la declaración.


Impulsar la conciencia de la humanidad hacia la convicción inequívoca de que hechos como estos no debían repetirse demandaba sin duda acciones más inmediatas y radicales que una simple resolución 60 años después.

Hoy, con la complicidad principal de EEUU la historia se repite y la comunidad internacional calla ante los crímenes y ante el terrorismo de Estado de Israel en Gaza y Cisjordania. Resulta paradójico e increíble, que durante los 62 años siguientes, todos los días de cada año y todas las horas de cada día, el mundo siga siendo testigo mudo y cómplice de otro holocausto similar, por no decir idéntico a aquel que inspiró esta decisión.




Lo más patético, sin embargo, es que quienes cometen hoy estos crímenes sean descendientes y herederos de las víctimas de ayer y utilicen sus nombres y su propio dolor como sobrevivientes o descendientes para justificar el mismo patrón de comportamiento, las mismas mentiras y la misma política de exterminio, contra otro pueblo, esta vez más débil que ellos.




Resulta verdaderamente vergonzoso e indignante ver cómo, quienes debieran honrar la memoria de las víctimas, precisamente para asegurar que estos hechos no se repitieran más, ensucian sus nombres y llenan sus historias de vergüenza al replicar los sufrimientos que ellos padecieron, esta vez contra los palestinos representados en estos días, particularmente, por el cerco a Gaza, que ha devenido en un nuevo Guetto esta vez administrado por los presentantes de Israel.Cuantos años más harán falta para que todos los dioses y sus seguidores en la tierra se convenzan de que no hay nada ni nadie, de que no hay idea ni promesa divina que justifique lo que los nazis hicieron con los judíos y tampoco lo que hoy los israelíes hacen con los palestinos. Cuantos años más deberán pasar para entender que lo verdaderamente revolucionario es atreverse a mirarnos como iguales y abocarnos a construir una sociedad más justa para todos y todas, sin dioses de por medio, sin promesas falsas y sin guerras santas que con la promesa del cielo terminan por recrear el peor de los infiernos.


Lamentablemente no existen por ahora, en ninguno de ambos lados, líderes con cojones y con voluntad de superar esta hora maldita que viven nuestros pueblos hace ya tantos años.

Lamentablemente en ambos lados, existen más líderes dispuestos a conducir a sus pueblos hacia la solución final que algunas mentes afiebradas como la de Ariel Sharon alguna vez propusieron, antes que enfocarse decididamente a la tarea de construir una sociedad nueva, verdaderamente humanista, sin discriminación de ningún tipo, en donde el nazismo, el apartheid y el sionismo; donde la pobreza y el hambre; donde la enfermedad, el derroche y la escasez, sean solo un mal recuerdo y un ejemplo de aquello que los seres humanos deben superar como especie para mirar con algo de esperanza el futuro.




No faltarán quienes levanten su voz horrorizados por mi singular comparación. No faltarán quienes me acusarán de neonazi por decir que me da pena y vergüenza el solo imaginarme a las víctimas del nazismo revolcándose en sus tumbas al ver lo que los sionistas han hecho en su nombre. Pero mi conciencia está y estará tranquila porque ya no creo, en ninguna promesa divina, porque ya no creo que bienaventurados sean los que sufren y que luego de muertos serán recompensados en un reino que nadie tiene el gusto de conocer. Tampoco creo que una guerra pueda ser santa. Mucho menos, después de ver las atroces consecuencias de las mentiras con que suelen justificarse todas las batallas.




Porque tampoco creo que algún dios haya puesto los bienes en la tierra solo para el 5% de la población mundial mientras el otro 70% no puede satisfacer sus necesidades básicas ni vivir dignamente, porque no creo que el mundo ni la realidad actual sea la vara justa para medir a la verdadera humanidad y mucho menos sea la vara para medir la modernidad y su promesa incumplida de anteponer la razón y el humanismo a cualquier otra consideración, para construir un mundo mejor para todos y todas.




Es de esperar que más temprano que tarde aparezcan en ambos bandos líderes de la talla de aquellos pocos que han sabido conducir a sus pueblos por los caminos de la paz, de la justicia y de la libertad basada en estos principios y no en el poder del dinero ni en la subordinación de unos bajo la bota de otros.




No tengo duda que tendrán que venir desde la izquierda palestina e israelí, desde aquellos partidos laicos capaces de entender que el futuro de ambos pueblos está indisolublemente unido y que se requiere avanzar hacia un estado binacional capaz de acoger por igual y sin discriminación a judíos, cristianos, musulmanes, agnósticos y ateos, en definitiva a cualquier hombre o mujer libre de pensar y vivir como quiera pero en un estado modelo, democrático e igualitario, comprometido con la defensa y el respeto irrestricto de los derechos humanos y capaz de extender la ética, a las relaciones entre la especie humana y el medio ambiente del cual es parte.

Solo así tendremos una paz justa y duradera. Solo así generaremos un desarrollo sustentable y podremos mirar a los ojos con absoluta tranquilidad a las generaciones futuras, partiendo, por supuesto, por nuestros hijos.

5 comentarios:

LeYLiS dijo...

Daniel, es de esperal que la manifestaciòn el dia de ayer genere conciencia del amcabro genocidio que sufre el pueblo palestino.
Hay alguna posibilidad que me hagas llegar las fotos de ayer? yo tome muy pocas con mi celular y me gustaria guardarlas

Daniel Jadue J. dijo...

Estimada Leyla:
si me mandas tus cordenadas, te haré llegar las fotos a la brevedad.
Un abrazo y no tengas dudas de que toda manifestación, la que hicimos y las que vendrán, que serán, sin duda, mayores, ayudan a generar conciencia en este mundo dormido y pusilánime.

Anónimo dijo...

Daniel, leylis@gmail.com

Cesar Augusto Salomon dijo...

Hoy recordamos que este 29 de Noviembre, se cumplen 62 años desde que la Asamblea General aprobó la histórica resolución 181, en la que instó a crear un Estado judío y un Estado árabe. El Estado de Israel, fundado un año después, en 1948, celebra ahora 61 años de existencia. Es vergonzoso que todavía no podamos celebrar la existencia de un Estado palestino.
La comunidad internacional no debe escatimar esfuerzos por ayudar tanto a israelíes como a palestinos a alcanzar una solución que conduzca al objetivo de la coexistencia de dos Estados, Israel y Palestina, uno junto al otro en condiciones de paz y seguridad. Las Naciones Unidas siguen teniendo actualmente la responsabilidad de resolver la cuestión de Palestina en todos sus aspectos y de conformidad con el derecho internacional. Asegurémonos de que ésta no se convierta en una responsabilidad permanente.
Hay siete millones de Palestinos: un millón y un cuarto viven en Cisjordania, un millón vive en Gaza, un millón y medio viven en los territorios ocupados en 1948, y el resto vive a lo largo y ancho de la Tierra.
En Cisjordania y Gaza viven bajo la ocupación militar sionista; en los territorios del 48 viven como ciudadanos de segunda clase; en los países árabes, la mayoría viven en campamentos de refugiados... ¡Pero no siempre se vivió así!
Hubo un tiempo en el que los Palestinos tuvieron casas, jardines, granjas y fábricas que habían sido antes de sus padres, y antes de los suyos, y antes de los suyos, y antes....
Nuestra tierra se extendía desde el río Jordán hasta el Mediterráneo y se llamaba Palestina; entre nosotros vivía un pequeño número de judíos y todos vivíamos en paz e igualdad...
A consecuencia de lo que sucedió en Europa, el movimiento sionista comenzó a ganar apoyos y empezó a pedir un Estado. Dijeron: "El Estado judío debe estar en Palestina", "una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra".
De la noche a la mañana, se nos privó de la condición humana. Nuestro país, que se encontraba bajo la ocupación británica, se convirtió repentinamente en un inmueble deshabitado y los británicos se otorgaron a sí mismos el derecho a disponer de él.
Miles de judíos ocupantes vinieron a nuestras costas y expulsaron por la fuerza a nuestro pueblo indefenso a los estados vecinos.
En el año 1948 nuestras casas, nuestros jardines, nuestras granjas y nuestras fábricas se convirtieron en suyas. Lo llamaron Israel.

Cesar Augusto Salomon dijo...

Durante más de 20 años nos amontonamos en campamentos de refugiados, esperando que el mundo, que había ayudado a los judíos, nos ayudara a nosotros. En lugar de ayuda recibimos despotismo.
En el año 1967, el ejército sionista invadió Cisjordania y Gaza, los últimos dos trozos de Palestina. Les impusieron una dictadura militar.
Durante 35 años intentamos por todos los medios convencer al mundo para que reconociera nuestra humanidad y nos concediera los derechos de los que disfrutan los humanos. La respuesta fue el bombardeo de nuestros campamentos, la muerte de nuestras mujeres y niños, el asesinato de nuestros dirigentes, la extracción de nuestros árboles, la destrucción de nuestras casas.
Cuando intentamos defendernos, nos calificaron de "terroristas y criminales"...
Levantaron la veda a la caza de nuestro pueblo. Nos mataron en nuestras tiendas, nos torturaron en sus cárceles, nos tendieron trampas en nuestro exilio.
Durante 35 años buscamos la justicia. Recibimos agresiones.
Exigimos a los gobiernos del mundo nuestros derechos nacionales. Nos dieron un pedazo de papel en el que ponía: "resoluciones legales internacionales". Utilizamos la argumentación, la lógica y las armas para que los gobiernos de Occidente se dieran cuenta de que apoyar al Estado sionista significaba dictar la pena de muerte de nuestro pueblo. Recibieron más apoyo.
Nuestros dirigentes dijeron al mundo que el pueblo palestino quería obtener sus derechos por medios pacíficos, pero que utilizaríamos otros si no había otro camino.
Las acciones israelíes –como las matanzas extrajudiciales, el uso de armamento pesado contra los civiles, la demolición de casas, la expansión continua de los asentamientos y la construcción de un muro que divide profundamente el territorio palestino- han provocado el aumento de la miseria y los sentimientos de desesperanza entre los palestinos, han socavado los esfuerzos para limitar la violencia y han fomentado el odio y la cólera hacia Israel.
La violencia en los últimos años ha cobrado miles de vidas. La mayoría de éstas han sido de palestinos, pero también ha habido víctimas israelíes. Muchos de los muertos han sido niños. Sin embargo, no hay solución militar posible para el conflicto palestino-israelí. La única solución descansa en un proceso político: uno que resulte en un arreglo comprensivo, justo y duradero, basado en dos Estados, Israel y Palestina, viviendo lado a lado en paz y con fronteras seguras y reconocidas.
Se necesitan grandes esfuerzos para atender la emergencia humanitaria y la devastación económica experimentada por el pueblo Palestino. Pobreza extrema, desempleo, niños sin escuelas, y un fuerte sentimiento de frustración y desesperación, son parte del día a día de los palestinos bajo ocupación. También hay que tener en cuenta la dificultad causada por restricciones severas del movimiento de personas y bienes materiales, toques de queda, barricadas, puntos de control y la construcción de una barrera de separación.
Debe trabajarse sin descanso, hasta que el pueblo Palestino finalmente obtenga lo que es suyo por derecho: el ejercicio de sus derechos inalienables, un Estado Palestino soberano e independiente.