2.21.2007

¿RECORDANDO EL HOLOCAUSTO?

El 26 de Octubre de 2005, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la designación del 27 de enero de cada año como el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto. En la misma resolución, la ONU, recomienda la elaboración de programas para la educación de las futuras generaciones sobre las lecciones de este genocidio y explícitamente rechaza cualquier intento de refutar la historicidad de aquella dramática y negra página de la historia negra de la humanidad.
Los estados que aprobaron dicha resolución aprovecharon la oportunidad para condenar “sin reservas” todas las manifestaciones en contra de personas o comunidades sobre la base de sus orígenes étnicos o sus creencias


Lo increíble de todo es que hayan tenido que pasar 60 años para que las Naciones Unidas tomaran una medida que era indispensable desde el mismo día y año de cometidos los crímenes contra la humanidad a los que se refiere la declaración. Impulsar la conciencia de la humanidad hacia la convicción inequívoca de que hechos como estos no debían repetirse demandaba sin duda acciones más inmediatas y radicales que una simple resolución 60 años después. Más increíble me parece por cierto que durante los mismos 60 años, todos los días de cada año y todas las horas de cada día, el mundo siga siendo testigo mudo y cómplice de otro holocausto similar, por no decir idéntico a aquel que inspiró esta decisión.

Lo más lamentable, sin embargo, es que quienes cometen hoy estos crímenes sean descendientes y herederos de las víctimas de ayer y utilicen el nombre y el dolor de las víctimas, de los sobrevivientes y de sus descendientes para justificar el mismo patrón de comportamiento, las mismas mentiras y la misma política de exterminio, contra otro pueblo, esta vez más débil que ellos.

Resulta verdaderamente patético y hasta cruel ver cómo, quienes debieran honrar la memoria de las víctimas, precisamente para asegurar que estos hechos no se repitieran más, ensucian sus nombres y llenan sus historias de vergüenza al replicar los sufrimientos que ellos padecieron contra los palestinos durante los mismos 60 años que demoró dicha declaración.

Cuantos años más harán falta para que todos los dioses y sus seguidores en la tierra se convenzan de que no hay nada ni nadie, de que no hay idea ni promesa divina que justifique lo que los nazis hicieron con los judíos y tampoco lo que hoy los israelíes hacen con los palestinos. Cuantos años más deberán pasar para entender que lo verdaderamente revolucionario es atreverse a mirarnos como iguales y abocarnos a construir una sociedad más justa para todos y todas, sin dioses de por medio, sin promesas falsas y sin guerras santas que terminan por recrear el peor de los infiernos.

Lamentablemente no existen por ahora, en ninguno de ambos lados, líderes con cojones y con voluntad de superar esta hora maldita que viven nuestros pueblos hace ya tantos años. Lamentablemente en ambos lados, existen más líderes dispuestos a conducir a sus pueblos hacia la solución final que algunas mentes afiebradas, alguna vez propusieron, antes que a darse la tarea de construir una humanidad nueva, sin discriminación en donde el nazismo, el apartheid y el sionismo, donde la pobreza y el hambre, sean solo un mal recuerdo y un ejemplo de aquello que los seres humanos deben superar como especie para mirar con algo de esperanza el futuro.
No faltarán quienes levanten su voz horrorizados por mi singular comparación. No faltarán quienes me acusarán de neonazi por decir que me da pena y vergüenza el solo imaginarme a las víctimas del nazismo revolcándose en sus tumbas al ver lo que los sionistas han hecho en su nombre. Pero mi conciencia está y estará tranquila porque ya no creo, en ninguna promesa divina, porque ya no creo que bienaventurados sean los que sufren y tampoco que una guerra pueda ser santa. Mucho menos que después de muertos, todos los que crean en estas ideas serán recompensados.

Porque tampoco creo que algún dios haya puesto los bienes en la tierra solo para el 5% de la población mundial mientras el otro 70% no puede satisfacer sus necesidades básicas ni vivir dignamente, porque no creo que el mundo ni la realidad actual sea la vara justa para medir a la verdadera humanidad y mucho menos sea la vara para medir la modernidad y su promesa incumplida de anteponer la razón y el humanismo a cualquier otra consideración, para construir un mundo mejor para todos y todas.

Es de esperar que luego aparezcan en ambos bandos líderes de la talla de aquellos pocos que sabido conducir a sus pueblos por los caminos de la paz, de la justicia y de la libertad basada en estos principios y no en el poder del dinero.

No tengo duda que tendrán que venir desde la izquierda palestina e israelí, desde aquellos partidos laicos capaces de entender que el futuro de ambos pueblos está indisolublemente unido y que se requiere avanzar mas temprano que tarde hacia un estado binacional capaz de acoger por igual y sin discriminación a judíos, cristianos, musulmanes, agnósticos y ateos, en definitiva a cualquier hombre o mujer libre de pensar y vivir como quiera pero en un estado modelo, democrático e igualitario, comprometido con la defensa y el respeto irrestricto de los derechos humanos y capaz de extender la ética, a las relaciones entre la especie humana y el medio ambiente del cual es parte. Solo así tendremos una paz justa y duradera. Solo así generaremos un desarrollo sustentable y podremos mirar a los ojos con absoluta tranquilidad a las generaciones futuras, partiendo, por supuesto, por nuestros hijos.

2.08.2007

CHILE CAMINO AL PLENO SUB EMPLEO

Muchos se jactan por estos días de que nuestro país presente las cifras más bajas de desempleo en la última década, como tratando de generar alegría entre la población en torno a la supuesta recuperación de los niveles de empleo previos a la llamada crisis asiática de 1997.

Sin embargo, al develar y analizar en detalle la forma en cómo se realizan las encuestas y los indicadores con los que se mide el empleo hoy en nuestro país, la realidad parece no ser tan maravillosa como nos la quieren presentar.

Quizá sea necesario recordar que el trabajo es la forma de realización de la especie humana, porque es a través del trabajo, es decir, de todo aquel intercambio de materia y energía que hace con su entorno, que la misma logra satisfacer sus necesidades y reproducir su existencia. Es importante por lo mismo destacar que quien no posee trabajo, está privado, finalmente, de satisfacer sus necesidades y las de sus seres queridos; y por ende, incapacitado para reproducir su existencia y la de sus familias.

Visto así, el problema del desempleo adquiere una dimensión que difícilmente podrán expresar las cuentas alegres que tanto difunde el gobierno de Bachelet por estos días. Sobretodo, si transparentamos la forma en cómo se mide la variable del desempleo en la encuesta del INE y que explica fácilmente la gran diferencia, por ejemplo, que esta presenta permanentemente con los estudios de desempleo de la Universidad de Chile, que salvo en períodos muy excepcionales presenta siempre, al menos, un par de puntos o más de desempleo que la encuesta referida.

De hecho, en el cuestionario aplicado por el INE, cuando se pregunta a las personas por su actividad durante la semana anterior a la encuesta, basta con que aquellas declaren haber trabajado una hora para que sean consideradas ocupadas. Esto, que más parece un chiste que una medición del desempleo, claramente no se condice con la realidad de las familias chilenas y así lo entiende el cuestionario de la Universidad de Chile en donde una persona que declara lo mismo, aparece como desocupada. A menos que alguien en el Instituto Nacional de Estadísticas dependiente del gobierno, piense que se pueden satisfacer las necesidades de una familia y por ende reproducir dignamente su existencia con solo una hora de trabajo semanal, considerando además los bajísimos sueldos que se pagan en nuestro país a los trabajadores poco calificados o sin calificación.

Por esto es que pocos son los que prefieren ingresar a los detalles de estas prometedoras cifras, pues para la mayoría de los partidarios y funcionarios del gobierno de turno es preferible quedarse con la impresión de una mejora significativa de este indicador tan relevante para la calidad de vida de la especie humana antes que enturbiar con detalles la mirada elitista que algunos defensores del modelo pretenden alimentar acerca del desempeño económico de Chile. Incluso algunos han llegado a plantear que de seguir con este ritmo de “generación de empleo” llegaríamos al 2008 con cifras que se asocian con el pleno empleo.

Ahora bien, sin duda que este manejo comunicacional guarda una estrecha relación con la posición que han adoptado los gobiernos de la concertación frente al tema del desempleo y de paso, echa por el suelo las promesas repetidas hasta el cansancio acerca del bienestar general que genera la libre competencia y la apertura a los mercados globales para la sociedad.

Se deduce de lo primero, que los gobiernos de la concertación han optado por darse por satisfechos con el sub empleo y han preferido seguir ahorrando los excedentes generados por el precio del cobre y que hoy han generado una de las balanzas comerciales positivas más abultadas de nuestra historia, mientras casi un millón de chilenos no encuentra trabajo o tiene un trabajo que claramente no le permite satisfacer sus necesidades y las de los suyos y débilmente logran reproducir su existencia.

Esto resulta más patético si analizamos las suculentas utilidades que sectores terciarios y específicamente la banca han alcanzado durante los mismos periodos a costa de los intereses usureros que cobran a los pequeños y medianos empresarios que trabajan sin cesar y generan casi el 75 % del trabajo en nuestro país pero que tienen pocas posibilidades de salir del circulo de sus deudas ya que trabajan fundamentalmente para aumentar las ganancias del sector financiero. De la misma manera las grandes empresas nacionales y transnacionales siguen arrasando con los recursos naturales y servicios ambientales de nuestra tierra, descapitalizando de manera vertiginosa a nuestro país y sobre todo a las generaciones del futuro, sin siquiera pagar un royalty decente por su apropiación.

Con respecto a lo segundo, y tomando en consideración que son precisamente los países que han optado por detener el avance que por décadas tuvo el neoliberalismo en nuestra región, como Cuba, Venezuela, Bolivia y Argentina los que presentan hoy las cifras de mayor crecimiento económico y los menores índices de desempleo en la región, resulta evidente que no es tan cierto eso de que la iniciativa privada es y debe ser el motor de la economía ya que en nuestro país, en donde el neoliberalismo no ha tenido ningún obstáculo para desarrollarse a voluntad durante ya más de 30 años, no ha logrado pasar a la segunda fase exportadora tantas veces prometida y mucho menos ha logrado mantener niveles de crecimiento económico que según ellos lograrían llevar los beneficios del modelo a las grandes mayorías.

Eso sin contar los precios históricos que han tenido de sus materias primas y con niveles de estabilidad política y gobernabilidad que todos admiran y pocos pueden emular.

Así las cosas, si las grandes empresas privadas no logran ser el motor de la economía y a pesar de las suculentas ganancias que logran obtener cada año, incluso en aquellos que para el resto son de crisis y nunca llega el momento de repartir y generar igualdad habrá que volver a buscar alternativas entre nuevos y viejos caminos, repensando y reevaluando el rol que al estado debe corresponder en la formación de una sociedad más justa y más humana para todos y todas.

Y sobre todo habrá que comenzar a mirar cada vez con más desconfianza aquellas encuestas que provienen desde los defensores del modelo para convencernos de aquello que no logra sostenerse sin una manipulación grotesca de por medio ya que como muchos plantean, las estadísticas sirven, muchas veces, para mentir con clase y elegancia cuando no se tienen argumentos y la verdad comienza a incomodar.

2.06.2007

¿MÁS ESTADO O MÁS FAMILIA?

¿Más Estado o más Familia? se pregunta el director ejecutivo del instituto Libertad y Desarrollo (LyD), ligado como se sabe, a la UDI, Cristian Larroulet, en su columna de opinión del domingo recién pasado en el diario la tercera.

En dicho artículo el autor realiza un análisis, bastante sobreideologizado por lo demás, acerca de algunas de las últimas medidas que ha tomado el gobierno y que según él, forman parte de una estrategia que busca desplazar a la familia de funciones que ésta, tradicionalmente cumplía, hasta hace algunos años.

Ahora bien, como en toda mala teoría, el autor busca ejemplos que supuestamente vendrían a demostrar su tesis, sin ningún desarrollo conceptual que permita sostener sus apreciaciones y mucho menos entender las verdaderas causas de este fenómeno, con el solo objetivo de manipular una opinión pública que, aunque ha ido cambiando de manera significativa en los últimos años, se mantiene tremendamente conservadora en algunos temas que la oposición de derecha pretende seguir explotando en su beneficio por los siglos de los siglos.

De hecho, de manera intencionada plantea el autor que esto se vendría dando, a instancias del estado, sin reconocer que el estado es hoy incapaz de definir políticas que alteren en lo más mínimo el modelo económico que impuso la derecha cuando gobernó con Pinochet y mucho menos es capaz de marcar tendencias, contentándose solamente con responder de la mejor manera posible en la actual institucionalidad, a las tendencias que el Neoliberalismo le ha impuesto a nuestra sociedad y que se ven protegidas por leyes de amarre como el sistema binominal y la imposibilidad de plebiscitar aquellos temas en donde el legislativo deformado por el sistema electoral bloquee sistemáticamente las políticas de mayoría.

Sin embargo, parece útil recordarle al autor de dicho texto que no ha sido el Estado el que ha impulsado a ambos padres a buscar trabajos de jornada completa, debilitando a la familia, para tratar de ganar un sueldo familiar que les permita sustentar una vida digna, impidiéndoles al mismo tiempo, hacerse cargo de la transmisión valórica al interior de la familia.

Tampoco ha sido el Estado el que ha alargado desmesuradamente las jornadas laborales hasta hacer que los padres trabajen cerca de 12 hrs. diarias para lograr parar la olla en beneficio de la productividad y la competitividad tan importante para el sector que el Sr. Larroulet representa.

Tampoco ha sido el Estado el que insiste cada cierto tiempo en mantener los sueldos bajos, eliminar el sueldo mínimo y flexibilizar aún más el mercado del trabajo para seguir permitiendo a la banca y a las grandes empresas y multinacionales tener utilidades récord todos los años a costa de familias cada vez más desprotegidas y desarticuladas y con menos capacidad para satisfacer las necesidades de sus miembros y reproducir su existencia.

Tampoco ha sido el estado el que ha empujado a miles de nuestros niños al trabajo infantil hasta el punto de tener que protestar por su “derecho a trabajar” porque en sus familias la plata no alcanza para mantener la casa y muchos de ellos llevan años viendo a sus padres cesantes en esta sociedad en que la iniciativa privada es el motor de la economía.

Tampoco es el estado el que privilegia y promueve el consumo y el sobreendeudamiento a través de los medios de comunicación masivos que son controlados por los grupos económicos cercanos al autor, para que luego los mismos trabajadores se vean obligados a aceptar trabajos miserables o sub empleos para poder cumplir y no caer en DICOM y pasar a ser un paria en esta sociedad.

La lista de causas que pueden explicar la pérdida sistemática de espacio, sentido y función de la familia podría ser interminable. La verdad es que el viejo Marx terminó teniendo más razón que lo que muchos, que hace tiempo creyeron muertas sus ideas, imaginaban pues a estas alturas nadie niega que ha sido el capitalismo, su modelo de desarrollo y la sociedad que ha creado a su imagen y semejanza y no el Estado, el que ha terminado destruyendo todos los lazos familiares y los ha ido reemplazando por lazos estrictamente económicos.

Ante esa realidad no queda más que construir un estado que intente llenar los vacíos que hoy no pueden llenar las familias que se desviven por tratar de sobrevivir sin siquiera tener la oportunidad, la mayoría de ellas, de hacerse cargo como quisieran de la educación informal de sus hijos porque el trabajo, las deudas y los problemas cotidianos no les deja tiempo para ello.

Es de esperar que sea mucho más lo que el Estado avance en esa misma línea mientras no seamos capaces de construir una sociedad que cuide a la familia y la proteja como si de verdad creyera que es la unidad básica de la sociedad y ese no fuera un discurso vacío de quienes dicen querer que todo cambie para que todo siga igual.