12.28.2005

EL FUTURO DEL JUNTOS PODEMOS.

Muchos enemigos de la izquierda sacan cuentas alegres por estos días debido a la división que muestran los dirigentes, militantes y simpatizantes de los distintos partidos y organizaciones que conforman el Juntos Podemos Más debido a la segunda vuelta de la elección presidencial.

Otros, desde las filas del Juntos Podemos y cuando la convicción necesaria para compartir el largo camino que tendremos que recorrer para volver a ser gobierno en este país, aun sin madurar, afirman que se van o vuelven a sus casas decepcionados de lo que está sucediendo en el pacto de la izquierda.

Sin embargo, muchos no olvidamos que los pilares fundamentales que motivaron y posibilitaron la reconstrucción de la unidad de la izquierda fueron, por una parte, la necesidad de entregar a nuestro país una alternativa de futuro que se planteara la necesidad de superar el capitalismo y, por otra, la comprensión de que las legítimas diferencias de mirada frente a determinados temas y coyunturas políticas no debían poner en tela de juicio ni lo acertado de la decisión política del construir el pacto, ni los significativos avances en torno al restablecimiento de relaciones políticas fraternales entre los muy distintos componentes del mismo.

Si alguien esperaba imponer la unidad en la acción y que ante cualquier coyuntura política estuviésemos todos de acuerdo, significa que aun no hemos logrado la madurez necesaria para ganarnos el derecho de guiar a nuestra sociedad en la gran tarea de superar el capitalismo como forma de organización de la misma.

Es cierto, hoy existen diferencias frente a la coyuntura electoral, pero nada debe hacernos perder de vista nuestros objetivos estratégicos y la importancia de continuar por la senda del fortalecimiento de nuestra alternativa que debe seguir ganando adeptos y dando la batalla por construir un Chile más justo y solidario desde todos los espacios que se abran en nuestra sociedad y mediante todas las formas de lucha que sus distintos componentes encuentren necesarias en cada etapa del mismo proceso.

No hay que olvidar que el día 16 de enero seguiremos viviendo en un país que no tiene una democracia plena, cuyo modelo económico seguirá siendo neoliberal, donde se seguirá acrecentando la brecha entre ricos y pobres, tanto en los salarios como en salud y educación. En donde las pequeñas y medianas empresas continuarán su agonía en medio de esta globalización excluyente y funcional al gran capital y el desempleo estructural seguirá creciendo cada día más mientras la economía informal crece y la incertidumbre acerca del futuro se apodera cada día más de nuestros compatriotas.

Tampoco hay que olvidar que para seguir construyendo esa alternativa tan necesaria para Chile, harán falta todos los que hoy están en el Juntos Podemos y muchos más: los que anulen su voto, los que voten en blanco y los que voten por Bachelet. Quizá serán necesarios muchos que hoy tengan incluso otras alternativas. Y la principal misión de todos seguirá siendo la consolidación de lo logrado, más allá de las conclusiones que luego de este periodo, saquemos todos en conjunto, con nuestras legítimas diferencias tácticas.

Lo único importante es que nadie se arrogue, ni al interior de los partidos y organizaciones, ni al interior del pacto, el derecho de levantar acusaciones de traición y tachar como antaño, de egoísmo o falta de comprensión de la realidad, a quienes legítimamente discrepamos de los caminos tomados por unos y otros.

No hay que perder de vista que lo mínimo que la sociedad nos exigirá, el día de mañana, para reconocernos como una alternativa de gobierno es que practiquemos entre nosotros los mismos valores de democracia, participación en la toma de decisiones, tolerancia, respeto y no discriminación, que proponemos para la sociedad en su conjunto.

Muy por el contrario si entre nosotros se propaga y se vuelve en mínimo común denominador de nuestro pensamiento y forma de acción, la intolerancia, las decisiones cupulares, la falta de democracia y de respeto entre nosotros y las descalificaciones personales en reemplazo de las discusiones políticas, entonces qué podrá esperar de nosotros la sociedad que tanto queremos re-encantar y que está aburrida precisamente de esta forma de entender la realidad y de las acciones y desconfianzas que de ella se derivan.

DESINTERES EN LAS POLÍTICAS PÚBLICAS.

Decepcionado se ha manifestado el alcalde de La Calera debido al desinterés ciudadano por conocer el nuevo Plan Regulador Comunal. Sin embargo, es consenso entre los especialistas en políticas públicas que el grado de interés de la comunidad en ellas es directamente proporcional al grado de identificación que siente con las mismas, lo que está íntimamente ligado con los niveles y la calidad de la participación que se da en su formulación.

Lamentablemente, el artículo Nº 46 de la Ley General de urbanismo y Construcciones, que rige la forma en cómo se elaboran estos instrumentos de ordenamiento territorial, establece que la participación comunitaria es absolutamente secundaria, tardía y simbólica. De hecho, plantea que el proyecto será preparado por la municipalidad respectiva y que “una vez elaborado el mismo”, el concejo comunal, antes de iniciar su discusión, deberá “informar” a los vecinos, especialmente a los afectados, acerca de las principales características del instrumento de planificación propuesto y de sus efectos.

Ahora bien, cabe preguntarse por qué los ciudadanos deberían mostrar interés por un proyecto que se ha hecho sin su participación y que solo una vez terminado, se les presenta para que lo conozcan. Sobretodo cuando ni siquiera resulta obligatoria la incorporación de las observaciones que la comunidad haga, por parte de las autoridades municipales.

Si esperamos que la ciudadanía muestre interés por participar en las discusiones de estos instrumentos tan importantes para mejorar su calidad de vida, deberemos reemplazar en nuestras leyes, la participación tardía y simbólica que hoy existe por una participación temprana y vinculante, es decir una participación que se verifique durante la ejecución del proyecto y que las opiniones mayoritarias de la comunidad deban, obligatoriamente, reflejarse en los instrumentos de planificación comunal y territorial.

Mientras esto no sea una realidad legal y la participación siga siendo solamente un tema de períodos electorales, no esperemos una mayor interés de la ciudadanía a no ser que la voluntad política de quienes gobiernan las comunas supla la magra participación que las leyes hechas por nuestros honorables diputados establece.