6.26.2006

CON ALLENDE EN LA MEMORIA Y EN EL CORAZÓN.

En un día como hoy, hace 98 años, nació una de las personas que más ha marcado mi desarrollo como sujeto. Me refiero al presidente Salvador Allende G, quién fuera derrocado y asesinado en un cobarde golpe de estado encabezado por el General del Ejército Augusto Pinochet U., orquestado por la Derecha y la Democracia Cristiana, financiado y dirigido desde Washington por el imperio.

Este hecho representó para chile uno de los retrocesos políticos, sociales y culturales más grandes en la historia patria, cancelándose una serie de derechos y conquistas populares tendientes a la creación de un país más humano, sin considerar todos los crímenes y violaciones a los derechos humanos sobre los cuales se cimentó su programa de revolución neoliberal.

Quienes pretendieron acabar con su obra, sin embargo, no lograron más que retrasar un proceso que tarde o temprano volverá a desarrollarse. Las manifestaciones estudiantiles, a pesar de su inmadurez y su espontaneidad, dan testimonio elocuente de aquello.

Cómo no estar convencido de que los sueños de Allende siguen vigentes si lo que piden hoy los secundarios, saliendo a la calle a lo largo de todo el país era en tiempos de Allende, un derecho garantizado por el Estado para todas y todos los estudiantes de nuestro país.

Cómo no estar convencido de la vigencia de su programa de gobierno cuando veo las casas que construyó el gobierno popular, y que se entregaban de manera gratuita porque la vivienda digna era un derecho constitucional, como se mantienen, hasta el día de hoy, en estupendas condiciones, integradas a la ciudad y sin peligro de inundaciones ni deterioro precoz, mientras que las casas construidas en los últimos 30 años, tanto por la dictadura como por los gobiernos de la Concertación, son conocidas por su mala calidad y por que solo han servido para llenar los bolsillos de las inmobiliarias de tremendas utilidades sin que nadie se haga responsable por ellas una vez entregadas.

Cómo no seguir siendo allendista y con orgullo, cuando recuerdo las medidas de reparación impulsadas por el Chicho a favor de nuestros hermanos mapuche mientras veo, hoy en día, cuando son tratados como extranjeros en su propia tierra, perseguidos humillados y condenados por leyes hechas en dictadura por reclamar lo que les pertenece por derecho.

Como no seguir siendo allendista cuando recuerdo la nacionalización del Cobre mientras veo como las transnacionales de la minería saquean a diario mi país, llevándose nuestras riquezas, sin siquiera dejar en Chile lo suficiente para brindar a nuestro pueblo una vida digna.

Cómo no seguir queriendo construir el socialismo con Allende en la memoria cada vez que veo las calles de mi ciudad plagadas de jóvenes buscando su destino en la droga, en el alcoholismo o la prostitución infantil o jugando a ser malabaristas o artistas callejeros porque la sociedad en la que viven no les ofrece un lugar algo mejor.

Podría seguir de manera interminable justificando mi orgullo de sentirme en algo depositario del legado de unos de mis grandes maestros pero no quiero correr el riesgo de aburrir a nadie con un sentimiento tan íntimo como inmenso.

Solo quiero terminar festejando como la figura de Allende se agiganta con el paso del tiempo, en el imaginario colectivo de las nuevas generaciones, mientras quienes lo traicionaron y quienes traicionaron a la democracia comienzan a esconderse llenos de vergüenza y temor para no ser reconocidos, no importa el tiempo ni la distancia, como lo que son.

6.01.2006

BRUTALIDAD POLICIAL, VERGÜENZA NACIONAL.

Definitivamente la figura del enemigo interno sigue estando presente, como una huella indeleble, en el código genético de nuestras fuerzas armadas, de orden y seguridad.

Por más que se esmeren, las autoridades militares y de carabineros, en presentar ante la sociedad una nueva cara, bajo el paraguas de una nueva doctrina institucional, la doctrina de seguridad nacional y el compromiso con un modelo económico y no con la sociedad a la que deben proteger, es lo que caracteriza a las fuerzas policiales del Chile de hoy.

Las imágenes que hemos visto en estos días de carabineros atacando y golpeando de manera brutal, enfermiza y sin razón a manifestantes de escasos 15 años, golpeando a periodistas y jactándose de las violaciones a los derechos humanos en las que incurren como si fueran actitudes heroicas, muestran a una policía llena de odio y que se entiende a si misma, solo como un instrumento de dominación de clase y no como eufemísticamente la definen los textos legales y sus propias supuestas prácticas y doctrinas.

Ellas sienten que su función y motivo de existencia es reprimir y aniquilar cualquier intento, de cualquier grupo social, por generar cambios al sistema impuesto a sangre y fuego por la dictadura militar y se identifican a tal grado “la obra del gobierno militar” que cuando observan a alguien o a algún grupo social criticarla, se sienten criticados ellos mismos como s el modelo neoliberal y las fuerzas armas y de orden fueran una y la misma cosa..

Esa doctrina, que surgió de la misma fuente de la que nació el Consenso de Washington y la doctrina neoliberal, ha marcado de manera casi permanente a nuestras fuerzas armadas y recuperarlas para el pueblo de Chile se presenta hoy como una necesidad urgente e impostergable. No vayamos a tener que arrepentirnos nuevamente de alguna víctima inocente asesinada solamente por el delito intolerable de pensar y soñar con un mundo mejor.

Y las posibilidades no son muchas: o la decisión de criminalizar la protesta social es una decisión que viene de los más alto de las esferas de gobierno; o las fuerzas de orden tienen vida y política propias, independientes de las autoridades civiles, elegidas mediante elecciones formales y supuestamente democráticas. Claramente la remoción de uno de los responsables no es respuesta suficiente a lo que todo Chile observó por las pantallas de televisión. El gobierno deberá demostrar con sanciones mucho más ejemplares, tanto a los responsables políticos como a los responsables directos de lo que vimos, que no comparte el accionar de carabineros y que , como suele decirse, nadie está por sobre la Ley.

El desarrollo organizacional plantea que cuando determinada cultura organizacional es demasiado fuerte y definida, logra trazar una frontera impermeable entre los valores de dicha organización y los de la sociedad en la que se inserta.

Esto podría significar que la cultura organizacional de las fuerzas armadas y de orden que Pinochet refundó en nuestro país, luego del golpe de estado, podría ser tan sólida que no se deja permear por los cambios culturales que se supone han operado en chile en los últimos años.

Será tarea del gobierno de turno, generar las condiciones para que la cultura nacional en reconstrucción, supuestamente democrática participativa e inclusiva, además de respetuosa de los derechos humanos permee de una vez por todas y de manera clara a estas instituciones que no son ni deben ser un fin en si mismo, ni un instrumento de dominación de una clase sobre otra, y mucho menos, los perros cancerberos de un modelo económico que la mayoría de país comienza a rechazar.

Si esto no sucede en un plazo relativamente breve, que nadie se sorprenda entonces cuando volvamos a ver en la calle a, cada día más, jóvenes encapuchados, enfrentándose a carabineros como si fueran enemigos, pues la definición nace, no de los jóvenes, sino de la actitud de carabineros de tratarlos como tal, de la misma manera como lo hicieran durante la dictadura militar, lo que constituye una señal demasiado elocuente para no entenderla.

Vanos serán los intentos de convencerlos de actuar a cara descubierta y bajo los criterios democráticos de quienes violan sus derechos fundamentales, cuando la realidad dice que es mejor desconfiar de las autoridades y de los uniformados y cuidarse de un estado que te considera un enemigo interno, por el solo hecho de soñar una sociedad mejor y atreverte a construirla mediante la movilización social y la lucha callejera. Sobretodo si consideramos que ni siquiera el sistema electoral es capaz de dar garantías mínimas de representación a quienes no son partidarios del modelo, y solo te deja esas herramientas para hacerte escuchar y para ser considerado como un verdadero sujeto social y político.

No puedo terminar de escribir sin volver a saludar a los secundarios y agradecerles por la tremenda lección que nos han dado a la sociedad toda, mostrándonos el camino por el cual deben transitar nuestros sueños de cambio real, la unidad, la movilización y la lucha social.